Las elecciones presidenciales y legislativas del pasado 6 de febrero, 2022, han puesto sobre el tapete una serie de alertas que exigen atención por parte de los políticos. Pero, no para hablar de ello, sino para impulsar las correcciones pertinentes.
Después de todo, el sistema democrático debe descansar sobre la base de la satisfacción de una serie de necesidades de la población, y muchas veces esta premisa queda de lado en el accionar de quienes se meten en la política.
Ya desde el inicio de la campaña, la presencia de 25 candidatos presidenciales en la contienda -y pudieron ser 27- dejaba evidencia de que algo no estaba bien. Y el que, por ejemplo, en la provincia de San José fueran 29 los partidos inscritos para la elección legislativa, solo reafirmaba que después de este proceso electoral el país debería entrar en una etapa de reflexión.
Pero, un primer elemento que invitaba a entrar a esa tarea sin dilaciones es el hecho de que varios partidos no alcanzaron a completar siquiera el cuadro de fiscales de mesa que por lógica debieron inscribir, tratándose de partidos registrados a nivel nacional.
Si un partido no tiene suficientes militantes para cubrir esa faceta, la realidad es que sobra en el proceso electoral. Claro, esto en parte es consecuencia de la simplificación excesiva de los requisitos para inscribir partidos políticos a escala nacional.
El creciente abstencionismo
Otro gran tema que obliga a revisar situaciones es el nivel de abstencionismo que finalmente se registró en estas elecciones. Y no hay que verlo solo de forma global. Al desglosar el comportamiento del electorado por provincias, se evidencia que, en Guanacaste, Puntarenas y Limón, que cubren todas las franjas costeras de este país, hay un mensaje de rechazo al sistema.
El problema es que el centralismo, ya no digamos institucional -que ha sido de siempre- sino también en la inversión pública y la generación de oportunidades de empleo, ya está comprometiendo al sistema político.
Es evidente que hay una ruptura que requiere atención. Los políticos están llamados a replantear sus enfoques para integrar a todas las regiones en los procesos de desarrollo.
El rechazo a varios partidos políticos
Hace cuatro años muchos celebraban el hecho de que la Asamblea Legislativa tendría la mayor diversidad de partidos políticos en la historia reciente del país. Pero, hoy, solo tres de ellos aseguraron su permanencia en el Congreso para el nuevo período.
Liberación Nacional, Unidad Social Cristiana y Frente Amplio son las únicas formaciones que superaron la severa evaluación del electorado. La derrota más estrepitosa se la ha llevado el Partido Acción Ciudadana (PAC), que después de levantarse bajo la bandera de la lucha contra la corrupción, dejó clara evidencia de que no pudo con el encargo auto impuesto. En esa tarea fue un completo fracaso
Pero, además, le mostró al país que no es más que una suma de varios grupos de intereses con un único denominador común, cual es el deseo de poder. Porque la administración de Luis Guillermo Solís fue un desastre, se vea desde la perspectiva que se vea, y la de Carlos Alvarado necesitó del aporte directo de otros partidos políticos para salir a flote.
Y el electorado también le dio la espalda a formaciones políticas que solo tenían en común sus diferencias, por lo cual se partieron tan pronto llegaron a la Asamblea Legislativa: Integración Nacional, Restauración Nacional y Republicano Nacional.
Nuevas apuestas
De otro lado, el electorado apostó por algunas nuevas formaciones en el terreno legislativo. Así, el Partido Progreso Social Democrático y el Partido Nueva República, segundo y tercero en la elección presidencial, tendrán una buena representación en la Asamblea.
Se suma también, el Liberal Progresista, que se ubicó quinto en la elección presidencial, además del Frente Amplio, que se recupera parcialmente de la debacle de hace cuatro años. Ojo que puede ser resultado más del desempeño del diputado José María Villalta que de un crecimiento real del partido.
Aquí también hay mensajes claros. El electorado aspira a ver nuevas formas de hacer política. Y quizá tenga mucho que ver el que los nuevos diputados recuerden siempre la premisa constitucional de que el Gobierno lo ejercen tres Poderes, entre los cuáles el Legislativo es el primero.
El problema es que desde hace varios períodos de gobierno los diputados de oposición han rehuido sus responsabilidades a nivel de Gobierno y se limitaron a ejercer un acomodado esquema de control político. Acomodado conforme con sus intereses partidistas y nunca en función de los intereses de la población.
Cambiar eso es el principal reto de los nuevos diputados que asumirán sus curules el primero de mayo entrante.
Un tema que se deberá ver con cuidado, sin embargo, es la presencia de dos excandidatos presidenciales en el nuevo Congreso: Fabricio Alvarado y Elí Feingzait. Ambos tendrán que recordar que ya no son candidatos presidenciales sino diputados. Esto es clave porque el electorado no les dio el apoyo para que encabezaran el Poder Ejecutivo.
Y, finalmente, los nuevos diputados deberán tener muy claro que el trabajo legislativo no se resume a una especie de poder de veto sobre el Ejecutivo, por lo que tendrán que proponer y negociar de manera proactiva; en suma, con sentido de responsabilidad.
Otra vez, segunda ronda
El otro gran tema aquí es que de nuevo vamos a segunda ronda para elegir presidente. Este es un fenómeno al que no se le ha prestado la debida atención.
Ocurre como resultado de que no hay propuestas que satisfagan al electorado, que ha preferido, por cierto, respaldar nuevas formaciones a pesar de no tener claros los alcances reales de estas.
Cualquiera de los dos candidatos que se imponga en esa segunda vuelta deberá recordar que no llegó por la ruta directa. Eso debería ser un aliciente para gobernar para todos, que es lo que está faltando en este país. El ejecutivo no puede ser feudo de grupos de poder, porque este país es de todos los costarricenses.