FERNANDO CARBALLO: 65 AÑOS DE HACERLE CASO AL CORAZÓN Y A SUS SUEÑOS

El amor por su querido Cartago, el fraternal cariño que siempre guardó por sus hermanas, así como una extraordinaria capacidad creativa, acompañada de su delicada facilidad para el trazo, y un ímpetu inagotable por la investigación, han hecho a Fernando Carballo uno de los artistas visuales de mayor reconocimiento en Costa Rica.

Desde pequeño daba sus primeros pasos en la creación artística usando las paredes de su casa como un amplio lienzo para dar vida a lo que parecían figuras humanas con rasgos que hacían guiño con las características de sus hermanas; sus eternas formadoras y defensoras, quienes además le inspiraron a despertar su creatividad.

El lápiz, los colores, las tintas de imprenta diluidas -simulando acuarela-, óleos sobre lienzos de distintas texturas, entre un sinfín más de materiales, dan cuenta del trabajo de este artista empírico, que desarrolló su obra a partir de su propia exploración e investigación, lo que le ha permitido evolucionar con el tiempo y mantener su autenticidad, su sello, sin dejarse tentar por tendencias.

Carballo nació en La Puebla, en 1941, a 25 metros de la Basílica de los Ángeles. Es el duodécimo de 17 hermanos. Vivió en El Carmen, como a 50 metros del mercado; luego se casó y se fue a Escazú, pero volvió 5 años más tarde, a un pedazo de tierra que heredó en un barrio que se llama Asís, cerca del hospital de Cartago, y donde ha vivido por los últimos 50 años; allí mismo tiene su taller.

En 1972, a los 30 años de edad, tras unos 15 años de incursionar en las artes plásticas, por primera vez hizo una serie de dibujos con la intención de exponerlos; eran 35 trabajos a plumilla, con tintas de color, y 13 xilografías. Las obras se presentaron en la entonces Dirección de Artes y Letras.

Cincuenta años después de esta primera exposición, en enero pasado, el Ministerio de Cultura y Juventud anunció a Carballo como uno de los ganadores del Premio Nacional de Cultura Magón 2021, uno de los mayores reconocimientos que otorga el Estado costarricense. El jurado de este premio, lo definió como “uno de los máximos representantes de la historia plástica costarricense”. Destacó además que, la producción artística de Carballo no se ha quedado solamente en el país, sino que ha transcendido a México, Estados Unidos, España, Colombia, Austria, entre otras naciones.

“Hacerle caso al corazón, a tus sueños, a tus fantasías, para hacer de eso tus motivos; al menos esa ha sido mi experiencia, y aquí estoy… después de 50 años [de la primera exposición], puedo decir que estoy muy contento con mi vida y este reconocimiento significa que tuve razón en lo que hice”, afirmó el ganador del Magón 2021; premio que comparte con la actriz y poetiza, Arabella Salaverry.

Carballo cuenta en su haber con más de 100 exposiciones individuales o colectivas en el país y a nivel internacional, en diversos espacios, como el Museo de Arte Moderno Latinoamericano en Washington, Estados Unidos, o el Museo de Arte Costarricense, ubicado en el Parque Metropolitano La Sabana, en San José, Costa Rica.

Este cartaginés ha contribuido con la formación de futuros artistas en la Escuela de Artes Plásticas en la Universidad de Costa Rica. Además, se le declaró “Ciudadano de Honor de Costa Rica”, por parte de la Asamblea Legislativa de Costa Rica, en octubre de 2021.

Obtuvo el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en dos ocasiones: en la categoría de Dibujo, en 1978 y en Pintura, en 1982.

Sus inicios. Carballo asegura haber sido un muy mal alumno del Colegio San Luis Gonzaga, por lo cual, mientras cursaba el segundo año, fue expulsado de ese centro de estudios, porque, entre otras razones, no ponía atención y pasaba haciendo dibujos en sus lecciones. A pesar de ello, había ganado el respeto de Marco Aurelio Aguilar, su profesor de Artes Plásticas.

Después de su abrupta salida de la secundaria, con 16 años de edad, se instaló en el mercado en un tramo de verduras. Allí mismo, un día, su antiguo profesor de Artes Plásticas, lo encontró vendiendo yuca, papas y chayotes y le dijo: ¿Usted qué está haciendo aquí? El asombro de su profesor fue tal, que al día siguiente le llevó una carta, escrita con una hermosa caligrafía, y le dijo: Vaya a Casa Gráfica, en San José, con el señor Enrique Hangen, le entrega esta carta y le enseña sus cuadernos de dibujo…  

Carballo lo hizo. Le dieron trabajo.

“No sabe lo que significó eso, empezar a los 16 años a asumirme económicamente, no del todo, porque no ganaba mucho, pero, además, formarme como dibujante, a sentirme respetado, necesario o importante. Empecé entonces, con mi dinerito, a comprarme libros, de Dalí, Picasso, buena música, buenos libros, y me empecé a formar con mis criterios. Me hice amigo de la gente de la Librería Lehmann, de la Universal, la López, y empecé a rodearme de tantas cosas que cambiaron mi vida, gracias a que un día don Marco Aurelio llegó al Mercado de Cartago a decirme que dejara de vender chayotes y me fuera a trabajar como dibujante en una imprenta en San José”, afirmó el hoy Magón.

En Casa Gráfica aprendió a utilizar la plumilla para dibujar, a manejar el pincel; mejorar la calidad del dibujo. Empezó además a conocer el diseño, el valor de los colores, entre muchos otros elementos que lo formaron como artista. En aquel trabajo, Carballo empezó a crecer en el mercado de la publicidad, imprentas y litografías, hasta que, a los 35 años de edad, llegó a ser director de Arte de Publicidad en Garnier.

Sobre su vida, su trayectoria como artista y sus aspiraciones, Fernando Carballo conversó con la Unidad de Comunicación del Ministerio de Cultura y Juventud. A continuación, un extracto:

¿Qué representa el paso por Casa Gráfica para Fernando Carballo, el artista? 

Allí pude aprender muchas técnicas que todavía hoy aplico, por ejemplo, una que se llama pincel seco, aguadas, y eso lo aprendí porque, paralelamente, me compré una mesa de dibujo, entonces, llegaba a la casa a mejorar mi técnica. 

Para esas fechas, ya conocía a Miguel Ángel, Leonardo, Picasso, Dalí; tenía mis libros como referentes. Quería hacer dibujos de plumilla en un solo trazo, porque se hablaba mucho de esto; también de la capacidad de dibujo, que hay que manejarlo con soltura, con determinación, y todo eso lo fui aprendiendo en paralelo en mi casa.  

Aunque tenía 16 o 18 años, me gustaba salir a “birrear” los sábados y todas esas cosas, pero no perdía el tiempo: en las noches llegaba y estudiaba dos o tres horas, entre que leía o practicaba con pinturas o dibujos, así fui aprendiendo y formándome más como artista. 

¿Existen diferentes facetas a lo largo de su carrera artística? 

Hubo un tiempo que, por andar siempre buscando la verdad, hasta donde podía, tomé conciencia social y me di cuenta de cosas que no caminaban bien y las vi con cierta claridad. Además, hay algo que le nace a uno: las injusticias no se las puede tragar fácilmente, entonces, quizás entre final de los setenta y principios de los ochenta, hay una época en donde hay un encuentro con mi espacio de comodidad, por la incomodidad que te produce la injusticia social, por lo cual, hay mucho trabajo de esa época que refleja mi alma torturada porque yo, además, en esos días, tenía problemas personales muy fuertes; hay figuras muy fuertes, muy atormentadas. En el dolor, cuando es sincero, se pueden hacer cosas muy bellas.  

Después, también hay una parte erótica, muy fuerte, porque me encanta el amor, la pasión, el amor en todos sus colores, con todo el arcoíris. Se vale. Entonces, no me detuve en miramientos. Hay trabajos eróticos muy fuertes, también muy condenables, y eran momentos oscuros para mí, porque nadie me quería comprar ni una cosa ni la otra, pero hacía eso, porque era lo que me daba la gana hacer, y punto. No me ponía a decir ‘voy a ponerme a hacer esto a ver si me lo compran’. No. 

Le han catalogado como una de las figuras más representativas de la plástica costarricense ¿Qué opinión le merece ese reconocimiento? 

No fue mi propósito, mi propósito siempre fue no caer en las modas, con tendencias que no tenían nada que ver conmigo. Lo mío era, y sigue siendo, una profunda necesidad de acercarme a la gente, a los fenómenos que se dan entre la gente que partió, como mis hermanas, en contraste con mis hermanos, y eso se sigue dando todavía ahora.   

Eso le da [al trabajo artístico] un sello de diferencia, con el resto de mi generación, porque no hay duda de que lo mío tiene la simpleza, incluso algunos me critican porque tengo herencia de ilustrador; no tenía por qué desechar esa capacidad que había aprendido para dibujar. 

Mi primera exposición fue de figuras un poco deformadas, hasta que, poco a poco, las fui encontrando de nuevo, de modo que aquellas figuras que no se podían interpretar en cualquier parte, las pueda interpretar cualquier persona; nada de deformarlas para que parezcan esto o lo otro. Volvemos al tema de que mi trabajo tiene, tal vez, la trascendencia de que está insertado en nosotros, acá, en nuestra sociedad, con nuestras gentes, son las cholas desde Cot, que bajaban a vender flores a Cartago cuando yo era chiquillo, son mis hermanas, mis amores, los encuentros amorosos de otras maneras, de otras formas, de los que vale la pena hablar, si se habla con dignidad y con respecto.  

¿Qué elementos hacen que su arte siga vigente en la actualidad? 

Después de todo esto, apareció mi hijo mayor con mi nieta mayor; me cambió el mundo. Por eso, hoy hay [en sus trabajos] muchas figuras de niñas jugando con mariposas, con barriletes, porque siempre estoy dispuesto a aceptar la vida como viene y a servírmela; disfrutarla como viene, a entenderla, hacerla mía y asumirla.  

Cada época de mi vida ha sido completamente auténtica, porque la viví, la sufrí, la padecí o la disfruté con toda el ansia, y sigo teniendo la energía. 

Entonces, tengo esa disposición a aceptar la vida, sin meterme en una fórmula, y se lo digo a los muchachos: “muévanse el piso”, aventúrense, de pronto puede llegar un momento donde no te da la energía para más, entonces te das cuenta que hasta ahí llegó tu historia, pero vale la pena correr el riesgo, y no pegarse en fórmulas. A mí me inquietaron siempre otras maneras de decir las cosas.  

¿Qué le agradece hoy Fernando Carballo al arte? 

No sería quien soy, definitivamente, si no me hubiera aventurado a hacer arte, porque en este intento, no todo lo que uno hace es un acierto. Llegué alguna vez a decir que, de una muestra de 20 obras, muy trabajadas, conscientes, buscando una forma y potenciar un espacio, en todo este ir y venir, hay una o dos piezas que están en lo que busqué tanto, unas cinco que se acercaron, y el resto, buenos intentos. Casi siempre las cosas han sido de esa manera. 

¿Considera este un buen momento en su carrera para recibir el Magón? 

Creo que está bien, porque lo puedo entender, agradecer y disfrutar, y está bien.  

Lo que más me llena es saber que mi trabajo es muy importante en este país, en el crecimiento plástico y es parte del fundamento de mi discurso; saber que yo logro exactamente poner mis pies sobre la tierra y soñar con lo mío, con lo propio, con lo que tenía dentro de mis posibilidades; eso me acerca a más gente, que si me hubiera puesto a hacer copias de lo que estaba de moda en Londres, Nueva York o España.  

Me acartagué, me asumí más como un cartago, con todas las cosas que tenemos en Cartago, con nuestras cuadraturas incluso, asumiéndolas, haciéndolas arte y acerándolas a la gente, para que nos sintamos todos, entre todos; es un mensaje que va a quedar entre todos nosotros, para que sea entendido por mucha gente. Eso es mi gran orgullo y me hace sentir que ha valido la pena; ni siquiera ha sido un esfuerzo, ha sido siempre un placer, claro, con dolores, porque hay cosas que hay que parir con dolor, pero también con alegrías, dudas, aciertos y desaciertos. Todo esto ha valido la pena, porque siempre estuve alrededor de la idea de que [el trabajo artístico] fuera algo entendible y que lo entienda la gente solo con la emoción, y lo lograba, y que también lo entendiera gente que tuviera un alto nivel de cultura. Entonces, pensaba: vamos bien, el lenguaje se va manejando como tiene que ser.  

Carballo llega en 2022 a sus 65 años de carrera, con una vida artística muy activa. Precisamente, a mitad de este año tiene previsto montar una exposición de 30 trabajos, en el Museo Calderón Guardia, que se ubica en Barrio Escalante, San José, y cuya entrada es gratuita, para que todo el público pueda acercarse a disfrutar la obra de este artista del color. “Quiero hacer trabajos nuevos y vengo trabajando en ello desde hace tiempo; tengo la certeza de que va a quedar bien”, afirmó el Magón.

La muestra presentará piezas elaboradas en una técnica en la que está incursionando Carballo, denominada dripping, que consiste en gotear la pintura, en este caso particular, sobre madera, para conseguir formas y manchas. Desde este momento, se extiende la invitación para apreciar la labor de este artista que ha sabido mantenerse vigente por más de seis décadas, lo que le ha permitido representar a Costa Rica en múltiples países donde ha mostrado sus trabajos.

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