JOVITA: LA ABUELITA QUE AHORA ENDULZA EL CIELO

El 2 de agosto, con sus 90 años, Jovita no pensaba en dejar de trabajar, hasta que Dios la llamara a su reino

A inicios del mes de agosto, doña Jovita nos concedió esta entrevista para contar su historia de vida, ya que era un ícono en el Mercado Municipal, por tener más de medio siglo al frente del puesto del dulce, pocos días antes de la publicación, el Padre Celestial la llamó al cielo.

Con esa aclaración, compartimos esa entrevista, para recordarla, como homenaje a la gran mujer que fue y quien deja una huella en el corazón de muchos heredianos.

Doña Jovita tiene 90 años y todas las mañanas se levanta antes de las 5 de la mañana, alista su almuerzo, y su aguadulce para ir a atender su puesto en el Mercado Municipal de Heredia. Ella es la abuelita del duce.

Trabaja en el mercado desde hace 65 años, primero ayudando a su esposo Norman Delgado, quien toda la vida tuvo el local donde vendían dulce en la Heredia del siglo pasado, cuándo el aguadulce no faltaba en ninguna casa.

Doña Jovita recuerda que en esos años se vendía muchísimo dulce, ahora es menos, pero ella sigue la tradición de su esposo y lleva atados de dulce de la mejor calidad para sus clientes.

¿Porqué con 90 años continúa laborando? su respuesta fue clara “en la casa me aburro, si no vengo a trabajar seguro me muero”, comentó con su voz pausada mientras alistaba algunos pedidos.

Cuenta con el apoyo de su nieto, que construyó casa justo al lado de ella, en Santa Lucía de Barva y es quien la trae cada mañana al Mercado, la deja en su puesto y se va a la oficina, cuándo sale, llega a ayudarle a acomodar el dulce y esperar que sean las 5 para regresar a la casa.

¡NO SE LLAMA JOVITA!

Aunque toda la vida la han conocido como Jovita, su nombre es Mary Corella González; sin embargo, ni ella misma sabe por qué su mamá siempre le dijo Jovita y así se quedó.

“Me llamo Mary, pero mi mamá siempre me dijo Jovita desde chiquilla, y así me conoce toda la gente, yo me acostumbre”, comentó.

Quienes llegan a su puesto, no preguntan por Mary, sino por Jovita, comparten con ella algunas historias mientras escogen el dulce que se llevarán.

Se caracteriza por su hablar pausado y su sonrisa, siempre atenta a escuchar y por eso ha acumulado clientes de muchas generaciones, algunos que llegaban cuándo eran niños acompañando a sus padres, y ahora van con sus propios hijos a comprar dulce.

EL AMOR LA TRAJO A HEREDIA

Su familia es de Alajuela, pero el amor se la trajo para Heredia, hace muchísimos años, cuándo conoció a Norman Delgado, se hicieron novios, pero él tenía casa en Santa Lucía y su puesto en el Mercado de Heredia, así que ella dejó a sus papás, y sus dos hermanos y se vino a hacer una nueva vida en la provincia de las flores.

Curiosamente, sus hijos, ambos educadores, cuándo se pensionaron, decidieron irse a vivir a la finca de la familia en Grecia, solo su nieto permanece a su lado en Heredia.

“Él se casó y hicimos casa a la par mía, él me cuida, siempre está pendiente, no me deja venirme sola, y cuándo sale de la oficina se viene para acá, es muy cariñoso”, comentó Jovita.

NO TOMA CAFÉ, SOLO AGUADULCE

Doña Jovita es fiel a su dulce, nunca le ha gustado el café, solo toma aguadulce.

Asegura que siempre ha sido muy delicada para comer y por eso prefiere preparar siempre su comida.

Su tramo está bien equipado, con microondas, y refrigeradora para mantener sus alimentos en buen estado y calentarlos cuando desea. Pero lo que no ha cambiado es la caja registradora, que es la misma desde que su esposo atendía el local.

Tampoco le gustan las tarjetas, por ello, sus compradores deben llevar efectivo para poder disfrutar de su dulce, que ofrece en tapas o atados, los hay grandes y medianos, a muy buen precio, con menos de dos mil colones puede disfrutar un buen atado de dulce, porque si es celosa de la calidad de su dulce, por eso, de muchas partes de Heredia llegan a buscarla.

No ha querido cambiar tampoco ampliar a nuevos productos, se mantiene fiel al dulce, solamente ha agregado algunas frutas que traen de la finca de la familia.

Con voz pausada y una sonrisa a flor de piel recibía a sus clientes, a muchos los conocía desde niños y hoy llegan con sus hijos a comprar el dulce.
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