Si usted desea conocer la Isla de San Lucas, pronto podrá hacerlo, especialmente porque sus edificaciones, declaradas patrimonio histórico-arquitectónico del país, están siendo restauradas. Recientemente se completó la intervención de las celdas y el foso, que se utilizaba como zona de castigo para los prisioneros.
La empresa encargada del reforzamiento estructural de las celdas y del temido foso, hizo entrega de las obras, que fueron posibles gracias a la inversión mediante un fideicomiso entre el Instituto Costarricense de Puertos del Pacífico (INCOP), el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) y el Banco Nacional.
Los trabajos fueron supervisados y dirigidos por el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura y Juventud, con el fin de que dicho reforzamiento respetara la integridad histórica y valor patrimonial de las edificaciones. Principalmente, que las obras fueran hechas con el cuidado de no dañar los grafitis que conforman un valioso testimonio histórico de lo vivido allí, décadas atrás, por los privados de libertad.
“Este fue un proyecto donde se utilizó tecnología de vanguardia, como es la fibra de carbono en las paredes, evitando un reforzamiento invasivo y manteniendo el aspecto ruinoso, pero, a la vez seguro. Conservar intactos todos los grafitis dentro de las celdas, como originalmente fueron hechos, fue uno de los mayores retos. En complemento a esa técnica, se incorporaron vigas de aluminio para estructurar los siete módulos de celdas del antiguo penal. Hubo que analizar mucho el sistema constructivo, cómo estaban las celdas, valorar la capacidad que tenía el concreto; para ello se hicieron varias pruebas con la empresa contratada para el diseño estructural”, afirmó Óscar Salas, arquitecto a cargo de la supervisión y asesoría por parte del Centro de Patrimonio Cultural.
Según informó el arquitecto Salas, se mantuvo el sistema constructivo de las cerchas de madera de las celdas 1, 2, 5, 6 y 7, ubicadas frente al patio central. Además, fueron reforzadas con vigas de aluminio, que se consideran piezas adecuadas por su bajo peso y evitar así agregar cargas adicionales a las paredes restauradas. “Estas cerchas quedaron expuestas para poder evidenciar y valorar su diseño”, agregó Salas.
De esta forma, el reforzamiento se realizó con sumo cuidado. Por ejemplo, en la celda N° 7, donde estuvo preso el escritor galardonado con el Premio Magón, José León Sánchez, se construyó un muro de reforzamiento en uno de sus costados por el lado externo, para no dañar los grafitis de su parte interna.
Asimismo, hubo sectores en la parte baja de las paredes que fueron reconstruidos porque se encontraban completamente dañados, con agujeros. Esta celda tuvo una restauración completa de su techo, cielorraso y cerchas de madera, además se le incluyó una viga de aluminio en su perímetro, con el fin de reforzarla estructuralmente.
Como mencionó el arquitecto del Centro de Patrimonio Cultural, otras celdas tuvieron un tratamiento diferente y fueron reforzadas con bandas de fibras de carbono, sistema aplicado anteriormente en el templo de San Blas de Nicoya. Cada una de las celdas fue valorada específicamente para decidir cuál sería su reforzamiento más adecuado y respetuoso con su tejido histórico.
Por otra parte, el foso -cuya construcción fue pensada como tanque para recolectar el agua llovida, pero que, al no funcionar eficientemente para este importante objetivo, terminó siendo celda de tortura- también fue reforzado para evitar que colapsara su tapa circular, ubicada al centro del patio de las celdas. A este foso únicamente se puede ingresar y salir por el boquete en su tapa.
Además, las obras de restauración incluyeron la reconstrucción de un corredor frente a las celdas con base en fotografías antiguas y la rehabilitación de un pasadizo de escaleras de cemento que comunican el patio central con una de las celdas ubicada bajo nivel, esto es, bajo otra celda. Este fue un hallazgo realizado en la restauración, cuando abrieron un boquete que estuvo clausurado por años. De esta forma, el visitante podrá utilizarlo y será parte del recorrido, haciéndolo más ameno e interesante.
Anteriormente, la Isla San Lucas recibió mejoras como el reforzamiento y reconstrucción de la capilla en 2012; además, en años recientes, la restauración del edificio de madera que fue dispensario médico. También se habilitó una batería de baños públicos, se compactó el sendero a Playa Cocos y se construyó un centro de acopio y una casa para los guardaparques, contemplando estrategias pasivas climáticas para mayor sensación de confortabilidad de sus ocupantes.
Jale al Puerto y visitemos San Lucas. Según Olger Núñez, funcionario del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), encargado de este parque nacional, de agosto de 2020 -cuando volvieron a recibir turistas-, a diciembre de 2021, la Isla tuvo una visitación de 17.400 personas, 421 de estas fueron extranjeras. Ahora queda esperar a que pronto la visitación abra nuevamente, para lo que se está determinando el aforo adecuado.
El costo de la entrada es de ¢1.130 colones para nacionales y $12 dólares para extranjeros; además, las embarcaciones deben pagar un monto que varía según su capacidad y si sean o no operadores turísticos. Para poder visitarla, se debe reservar el boleto de ingreso en línea, mediante la página web del Sinac.
Núñez hizo hincapié en que dan seguimiento a los temas ambientales, por ejemplo, al uso de fotoceldas como fuente de energía para minimizar el uso de generadores, al adecuado manejo de residuos que incluye la prohibición de ingresar a la isla con plásticos de un solo uso como botellas, y prácticas de cosecha de agua de lluvia; lo cual les ha valido el reconocimiento de la Bandera Azul Ecológica.