
Xinia Morera no imaginaba los caminos que Dios tenía reservados para ella, cuando muy joven contrajo matrimonio con Edwin Montero, a quien de cariño conocían como “Yuka”. Él tenía un taller mecánico y ella se dedicó al hogar, para atender a sus hijos.
Para ir ampliando el negocio “Yuka” se hizo de una grúa que le permitiera mover los vehículos al taller, y así nace Grúas Yuka, con sede en Barva.


Compartían mucho sobre el negocio y eso le facilitó darle seguimiento cuando una enfermedad se lo arrebató, dejándola viuda a los 31 años, con sus hijos pequeños y la deuda de dos grúas recién compradas.
Pero Xinia no dudó ni un segundo en “echar para adelante” como dice ella, pero siempre poniendo todo en las manos de Dios y con la ayuda del mayor de sus hijos empezó a hacer los primeros viajes en grúa.
Hoy tienen doce grúas de diferente tipo, como plataformas, grúas medianas, demster, wenderliff e incluso equipos que hasta levantan vagones de tren, que pueden mover buses sin tocarles el eje, y una plataforma grande para mover maquinaria pesada.
¿Cómo toma la decisión de manejar la grúa?
Cuando Edwin estaba enfermo me llevó a hacer los servicios para que fuera aprendiendo. Y cuando él murió, entonces yo iba con mi hijo mayor, y él me ayudaba un poco a pegar el carro, porque no podíamos quedarnos sin hacer nada, debíamos seguir. Gracias a Dios fue al principio, ya después el negocio fue acomodándose.
¿Se sorprendían cuando la veían en la grúa?
Si claro, yo tenía 31 años cuando quedé viuda y ese era un negocio más de hombres, dichosamente topé con muy buenas personas que me apoyaron en el camino, así como otros que no, pero salimos adelante.
Al inicio me ayudaba mi hijo de 13 años, ya después fui contratando choferes y mecánicos que también me costó esa parte, pero Dios va poniendo buenas personas en el camino y fuimos saliendo adelante.
¿Es un mercado muy machista?
Hay de todo en la viña del Señor, hay personas muy respetuosas, otras que no lo son, pero no hay que darle importancia a eso… a veces pasa todavía. Hubo personas muy bellas que me ayudaron mucho, inclusive cuando a nosotros nos asociamos a la Cámara de Comercio había varios señores que eran de una asociación AFTAMAI, eran mecánicos muy amigos de Edwin y me colaboraron mucho. Estuve bastante tiempo en la Asociación de grueros, fui presidenta de la Asociación mucho tiempo.

¿Le costó tomar la decisión de asumir el negocio?
Yo era ama de casa, mi esposo me participaba mucho de lo que hacía, pero yo estaba con mis dos hijos, tenía bachillerato no una profesión, y cuando él fallece fue como un giro. Yo ni lo pensé, solo lo hice, con la ayuda de Dios, porque en un proceso de esos uno no puede solo, había que seguir, tenía dos niños y no lo pensé solo seguí, teníamos dos grúas que mi esposo había traído y había que pagarlas.
Antes del 98 Edwin se dedicaba más al taller de enderezado y pintura y se hizo de una grúa para llevar trabajo al taller, pero en el proceso de la enfermedad de él que fueron 8 meses, alquilamos el taller y nos quedamos solo con las dos grúas que recién habíamos adquirido, pero las debíamos.
¿Fue un proceso muy complicado?
Sí en muchos sentidos, pero vimos la mano de Dios en todo. Nosotros empezamos a hacer la casa en abril del 97 y en julio del 97 le declaran el cáncer. Terminamos la casa en diciembre y Edwin muere al año siguiente en febrero.
Él fue muy visionario y había traído una grúa con plataforma, fue el primero en traer una plataforma a Heredia, y como a los dos años que él muere nos roban esa grúa, me la robaron afuera de la casa de uno de los choferes. Pero Dios es tan grande que yo había adquirido otra plataforma 8 días antes que se la robaran. Seguí pagando las dos grúas, pero no nos quedamos sin el equipo para seguir trabajando.
¿Qué mensaje les daría a las mujeres que enviudan y pierden la empresa por temor a asumirla?
Les diría que se agarren de Dios y sigan adelante, a veces el temor paraliza, pero hay que echarse al agua, si no se echa no aprende a nadar y aunque uno tenga miedo sigue, no se le quita el miedo, pero avanza.
¿Aún tiene miedo?
No, miedo ya no, confío mucho en Dios que me bendice. Pero sí siente que me falta organizarme aún más. Soy una ama de casa que llega a algo para lo que no se preparó. Porque si usted va a poner una empresa usted tiene capital, busca quien la guie, yo no; pero ya son 23 años, me he ido organizando, pero aún siento que me falta aprender mucho. Tratamos de darle un buen servicio a los clientes. Nuestro lema de debe ser servicio, porque llegamos cuando la persona tiene una emergencia, debemos llegarle rápido. No necesariamente vamos a choques, hace muchos años los fuimos dejando, encontramos otro nicho de mercado que nos favoreció mejor, pero sea como sea el servicio, siempre es de emergencia, porque la persona está vulnerable, asustada. Yo le dijo a mis hijos y a mis colaboradores que debemos hacerlo con mucho amor y con el enfoque de servir, más que cualquier otra cosa.
¿Sus hijos continuaron con el negocio?
Yo les dije que tenían que estudiar, sacar bachiller, vacilo con el segundo de mis hijos, porque que me dice no me gusta estudiar, pero gracias que le insistí estudió mecánica pesada, el otro se fue por el lado de soldar. Ellos han hecho varios equipos y se encargan de la parte de mecánica. Son mi bendición, el hecho que se unieran como equipo a mí ha sido el mayor éxito, la mayor bendición. Y mi hija menor que está estudiando.
¿Les ha afectado la pandemia?
Bajó muchísimo, pero Dios tuvo el control. Tuvimos que bajar jornadas y muchas veces pagar salarios sin que estuviera el dinero de momento, porque se bajó muchísimo. Nosotros tenemos la ventaja que no tenemos restricción por ser vehículos de emergencia, pero al bajar la cantidad de vehículos en carretera se redujo la cantidad de servicios, pero hay que seguir adelante porque todo sigue, hay que hacer los pagos, siento que en las adversidades hay que ponerle ganas, hay que seguir, no minimizarse, hay que decir sí se puede y vamos a poder y bajos a bajar un poquito por acá y por allá, pero seguir. Hubo que hacer una pausa, pero rapidito se fue volviendo.
