Miguel Ángel Montero: 50 años de hacer canastos

Doña Gerardina hizo una canasta muy especial, la cama para su mascota, demostrando que los usos de las canastas dependen de la imaginación, ellos las hacen de todo tamaño, según las encarguen y aunque ya casi no trabaja en ello por problemas de salud, de vez en cuando le ayuda a su esposo.

La costumbre de hacer cestas o canastos es tan antigua como la humanidad, se tienen registros de cestas encontradas en Egipto de hace 12 mil años, y en nuestro país los indígenas también lo practicaron.

Con el inicio del cultivo de café se abrió un nuevo espacio para este arte, y los más antiguos canasteros de nuestra provincia se encontraban en zonas como San José de la Montaña, Barva y Santa Bárbara, sin embargo, con el cambio de generación y costumbres, el canasto dejó de ser un instrumento de trabajo en la recolección de café, para convertirse en un adorno de la casa.
Don Miguel Ángel Montero, barveño, con 50 años de hacer canastos, comentó que ya muy pocas personas buscan canastos grandes para coger café, y más bien buscan las canastas para ropa, por eso ahora se dedica más a las canastas, que se venden todo el año.

Creo que esto va a llegar a desaparecer, porque a los jóvenes no les interesa aprender, y los viejos nos estamos acabando. Yo aprendí con mamá, ¡era una señora canastera!, recibió el premio de Cultura por ser la artesana más vieja, la acompañé al Melico para cuidarla, fue algo muy lindo”, comentó don Miguel.
Junto a su madre también aprendió la esposa de don Miguel, doña Gerardina, quien demostró una mayor habilidad que él en éste arte, y al final, fue ella quien terminó de enseñarle el oficio y con eso han sacado adelante la familia.

Yo me críe entre canastos, mamá siempre hacía y me decía que aprendiera, pero no me interesaba mucho, en ese entonces uno solo pensaba en andar en los río, agarraba los canutos (pedacitos de caña) para jugar, cuando tuve obligación entonces sí me puse las pilas a aprender, mamá decía que con eso nunca nos iba a faltar que comer y gracias a Dios así ha sido”, explicó en su casa en Barva, al lado de su esposa.

La familia canastera ha bajado el ritmo al trabajo por problemas de salud, doña Gerardina dos infartos un par de años atrás y don Miguel tiene problemas en sus manos, pero en medio de sus dolencias, no falta la caña para ir canasteando a ratitos, y cuando tiene unas cinco listas sale a venderlos.

Antes me echaba una docena al hombro y me iba caminando por todo lado, ahora me llevo unas cuatro, me subo al bus y voy a diferentes partes a venderlas, como estamos en tiempo de oferta y demanda, uno pide un precio y la gente ofrece otro y ahí se va, Dios no le falta a uno”, explicó.

El Proceso

Elaborar las canastas no es un arte sencillo, primero hay que ir a buscar las cañas de bambú, material base para elaborarlas, anteriormente los canastos se habían con bejuco extraído de la montaña, pero con la Ley Forestal se prohibió su extracción, y esto obligó a los canasteros a variar el material, y encontraron en el bambú el sustituto perfecto.
Las cañas se pelan y se divide en hebras unas más gruesas otras más delgadas, su combinación al final da el estilo a la canasta. Las tiras se dejan al sol para secarse. Con el material ya seco en el patio, don Miguel tarda 3 horas en armar una canasta.

Generalmente las elabora sin colores, aunque si el cliente se las encarga también lo puede hacer, pero solo por encargo, pues tiene mayor inversión pues se debe teñir el material de los colores deseados.

Elaboran canastas de todo tamaño, desde las que tradicionalmente se utilizan para guardar ropa, hasta las pequeñas para pan o tortillas.

Don Miguel prepara las hebras de bambú, luego de pelar y partirlas, las deja secar por varios días hasta que estén listas para canastear.
Con el material seco elaborar cada canasta le toma en promedio tres horas, aunque las que llevan color requieren un poquito más de trabajo pues se deben teñir las hebras.
Doña Gerardina hizo una canasta muy especial, la cama para su mascota, demostrando que los usos de las canastas dependen de la imaginación, ellos las hacen de todo tamaño, según las encarguen y aunque ya casi no trabaja en ello por problemas de salud, de vez en cuando le ayuda a su esposo.
Don Miguel y doña Gerardina aprendieron a hacer canastos desde que se casaron, hace 50 años y gracias a éste arte, sacaron adelante su familia.

 

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