ANÉCDOTAS DE PORTALES HEREDIANOS…

Nacimiento y ¡Gloria in excelsis Deo!, dibujos a pluma de don Juan Manuel Sánchez Barrantes, de la Revista Infantil Nacional Farolito

Autor: Erick Bogarín, para Heredia Hoy

¡Oh lindos Portales de diciembre expuestos en las salas de las casonas o de las casitas humildes de mi ciudad!

Uno de los muchos detalles del matrimonio herediano de don Carlos Luis Sáenz Elizondo y doña Adela Ferreto Segura, fue legarnos algunas referencias relacionadas a los Portales heredianos de final de 1800 e inicio de 1900. Doña Adela nos los compartió en su extraordinaria obra “Crónicas de un tiempo” y don Carlos Luis en su hermoso libro “Mulita Mayor. Rondas, Cuentos y Canciones de mi Fantasía Niña y de mi Ciudad Vieja”.

De este último, “Los portales” y “¡Gloria in Excelsis Deo!”, nos transportan con la imaginación y el sentimiento más profundo de heredianismo, a esta época tan especial como lo es la Navidad.

Dos cuentos que en realidad son narraciones de la Heredia de su infancia, de su “Ciudad Vieja”, desde la vivencia profunda de sus anécdotas familiares, por lo que vemos citados familias y personajes de la “Ciudad de las Flores” de dicho tiempo y en el caso de sus parientes, a sus abuelos don Matías Sáenz Arias y doña Joaquina Rojas, así como a sus tías doña Manuela y doña Clemencia Sáenz Rojas, que fueron conocidas como las Niñas Lalá y Mencha, respectivamente.

Aquí la narración de “Los portales”:

Retrato de la Niña Manuela Sáenz Rojas, la Niña Lalá, obra de don Víctor Manuel Bermúdez Sánchez, imagen que ilustra el capítulo que lleva ese nombre de la obra del señor Víctor Manuel Elizondo Mora, citada en la fuente de esta nota

“En el Portal de los niños encontrábamos realizado nuestro mejor mundo de deseos. ¡Oh lindos Portales de diciembre expuestos en las salas de las casonas o de las casitas humildes de mi ciudad!

Había Portales famosos: el de Pérez, con sus pastores de porcelana, de una vara de alto, con su Angelón de Gloria, del tamaño de un niño de veras; el de las niñas Chaverri, que era toda una primavera de flores; el Portal de don Juan, el tendero, que multiplicaba sus parajes mágicos en grandes espejos escamoteados entre musgo y encerados; el del sacristán don Pedro, con su lluvia de hilos de plata y con su procesión de azules y entocadas hermanitas de la caridad; el de ña Benita Flores, célebre por sus figuras de movimiento, obra del sobrino ingenioso, Ñoño, el relojero.

 

Famoso o no, nuestro Portal era el de Lalá: el de la casa de los abuelos paternos. ¡Qué olor a cidras, a limas, a piñas y a naranjas, a musgo montañés, y a maduros cohombros! En su recinto de la sala, cercado por una baja barandilla pintada de verde (labor del anciano abuelo, militar con grado de general), año con año ofrecía nuevas maravillas a nuestra alelada contemplación.

 

En la reglamentaria primera visita al Portal del abuelo, el veinticinco de diciembre, el coro de sobrinos se desbordaba en preguntas:

– ¡Lalá, ¿y ese patio de gallinitas de barro, tan chiquititas, tan chiquititas?

– ¡Aaah!

– Mencha, ¿y quién hizo esas muñequitas de tusa que van en fila por ese camino amarillo?

– Esas las hizo este año tía Mercedes.

– Bueno, ¿y los ramos de pudreorejas, esos que adornan el pesebre?

– Muchacho, ¿pues no tiene ojos? ¿No viste que las estuvo haciendo tía María Solórzano?

– Ah, síi…! Lalá, ¿Y esos pastores son nuevos?

– ¿Te gustan? Cuidado, no los vayas a coger… Se los compramos a Deogracias que los trajo de Francia.

– Y los otros, los viejos, ¿qué se hicieron?

Respondía la tía Mencha:

– ¿Los de mamá…? Los encontramos en su caja comidos de ratones.

– ¡Qué lástima!

Lo que nunca variaba era el Paso con la Tres Divinas Personas y con la mula y el buey; ni el Ángel de Gloria, ni los Tres Reyes Magos, ni el Pesebre, ni ¡ay! la barandilla verde, obra de mi abuelo esa barandilla que nos detenía a distancia suficiente de las mil maravillas del navideño simulacro, de modo que ni con los brazos estirados, pudiéramos alcanzar a las pilas de limas, de limones dulces o de naranjas maduras, y menos, a las figuritas tentadoras. ¡Sin embargo…!

Alguna vez, después de nuestras visitas al Portal, mientras las tías se descuidaron hablando con los mayores, alguien arraló los patios de gallinas, o las filas de soldaditos de plomo. Y todo, a la vista y paciencia del abuelo, que en su mecedora sonreía, complacido acaso de la inutilidad de la barandilla verde, mientras se acariciaba la punta de su barba canosa.”

La casa del General Matías Sáenz Arias, como nos lo indica don Víctor Manuel Elizondo Mora, primo de don Carlos Luis Sáenz Elizondo, en su libro “De mi Heredia de antaño”, era construida “… al estilo de la Heredia antigua, con gruesas paredes de adobes, enjalbegadas, con fuertes puertas de cedro y ventanas de reja, al través de las cuáles se veía lucir la sala limpia, repleta de sillas y mecedoras alineadas en la pared, a la usanza de antaño, que abrían campo a la hermosa cómoda de cuatro gavetas, sobre el cual durante todo el año se mantenía el Paso que se usaba durante los días de Navidad.”

El “¡Gloria in Excelsis Deo!”, nos relata ahora, la tradición de la visita de estos Portales heredianos y la costumbre de compartir “chicha” en la casa visitada:

“– Pirulo, ratón de milpa, no te alabes tanto, deja de echarle maíz a la pava y dime: ¿qué cosa es:

Un caballito enano con tres patas y una mano?

Pirulo se hacía el tonto, para que la abuelita dijera la adivinanza y contara el cuento infaltable que venía como cola. Y aunque la abuela sabía la tusa con la que se rascaba, sin embargo concedía:

– El caballito es la piedra de moler maíz, que tiene tres patas… y la mano, pues es la mano de quebrar el maíz y de repasar. ¡Parece que no la hubieras visto nunca en el moledero de la cocina!

– ¿Y es cierto, abuela, que las piedras de moler las inventaron los indios?

– Ellos las inventaron para moler maíz, como nosotros; y les tenían un nombre: metates; las hacían muy bonitas: con adornos de animales a los lados a los que daban forma de monos y de loras.

– ¿Y por qué escogían esos animales?

– Tal vez porque los monos y las loras son los animales que más molestan las milpas cuando el maíz está en elote…¡quién sabe!

– ¿Y es cierto, Candaria, que los indios bebían chicha?

– ¡Cómo no!

– ¿Y cómo se hace la chicha, abuela?

– Muy sencillo: con maíz nacido, piñuelos salcochados, caldo de caña dulce y jengibre, para que quede picantita.

– Y en tu tiempo, abuela, ¿es cierto que daban chicha en todos los portales?

Volvía la abuela a narrar cosas de su tiempo; se acomodaba en su sillón de cuero y contaba:

– Cuando las muchachas íbamos a visitar los portales, que entonces los había como maíz, después de curiosear viéndolo todo: el Paso, con las Tres Divinas Personas, el buey y la mula, el Ángel de Gloria, la Estrella, los Santos Reyes Magos, los pastores y pastoras, y las nuevas figuras y de decir elogios por lo bonito que ese año habían puesto el portal, la dueña de la casa no dejaba de ofrecer:

– ¿Quieren un vaso de chicha?

Y una contestaba:

– ¡No se moleste, si ya nos vamos!

Pero la dueña sabía a qué atenerse: se iba adentro y volvía con una bandeja de vasos con chicha, acabadita de sacar del tinajón, fresca, espumosa, fuerte; una chicha que al poco rato se nos subía a la cabeza y nos hacía sentirnos dando vueltas.

– ¡Hijo de Dios, Candaria!

– Y cuando en algún portal no nos ofrecían chicha, entonces la más zamarrita de todas las muchachas, hacía como que estaba leyendo en voz alta el letrero del Ángel de Gloria:

– ¡Gloria in excelsis Deo!

Y en seguida añadía, bien claro, para que la oyeran los dueños de casa:

– ¿Dónde está la chicha que no la veo?”

Anécdotas de Portales, anécdotas navideñas de una Heredia que fue envuelta por la niebla del transcurso de los años… pero que perdurarán siempre en la memoria y en el corazón de los heredianos, gracias a estas imborrables remembranzas…

Nacimiento y ¡Gloria in excelsis Deo!, dibujos a pluma de don Juan Manuel Sánchez Barrantes, de la Revista Infantil Nacional Farolito

Fuente: SÁENZ ELIZONDO (Carlos), Mulita Mayor. Rondas, Cuentos y Canciones de mi Fantasía Niña y de mi Ciudad Vieja, Imprenta Las Américas Limitada, Tercera edición, 1971 y ELIZONDO MORA (Víctor Manuel), De mi Heredia de antaño, San José, Costa Rica, Talleres Tipográficos de Antonio Lehmann, 1969, ambas obras de nuestra colección personal.

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