Hay historias que comienzan con una pérdida y terminan convertidas en esperanza. Así nació Catrinas, un pequeño restaurante en el corazón de San Rafael, donde los sabores mexicanos se mezclan con la calidez herediana y la determinación de una mujer que se negó a rendirse.
“En la vida jamás me imaginé metida en esto”, confiesa entre risas su propietaria, quien recuerda cómo la pandemia le arrebató su pizzería, y años después la saturación del mercado la llevó a cerrar también su zapatería de calzado español. “Me dije que era momento de descansar, pero algo en mí no podía quedarse quieto. Y cuando mis hijos me dijeron que ya era hora de dejar las ideas y descansar, más ganas me dieron de demostrarles que todavía tengo mucho por hacer”, detalló Shirley Sandi.

A pocos meses de su reapertura el restaurante Catrinas se ha ganado el cariño de muchos. Los viernes hay música en vivo, los domingos karaoke y, cada día, un menú que mezcla lo mejor de México con el sabor tradicional costarricense. “Empezamos solo con comida mexicana porque me encanta el chile, pero los clientes pedían cosas más nuestras: sopa de mondongo, morcilla, casados… entonces las adaptamos. Aquí todo lleva un toque de chile, ni mucho ni poco, el punto exacto”, agregó doña Shirley orgullosa de sus recetas.

El legado de una abuela y una receta con historia
Entre las sopas más pedidas está la “Sopa Catrina”, una receta heredada de su abuela. “Es de carne de res, pero tiene un secreto que la hace muy sustanciosa. Siempre la preparaba en casa, y decidí traerla al menú como homenaje a ella”.
Otra de las favoritas es la sopa de rabo, que los lunes se vende “por montones”, según dice sonriendo.
El nombre del restaurante —Catrinas— evoca a la icónica figura mexicana que representa la vida y la muerte, pero también la elegancia, la tradición y el renacer. “Es curioso, porque este lugar literalmente renació de entre las cenizas. Y siento que yo también”, comenta con orgullo.

Una mujer al frente de un bar
Ser mujer en un mundo de bares no ha sido sencillo. “Al principio algunos decían que qué raro, una mujer con un bar. Pero la mayoría de los clientes me han apoyado mucho. Las mujeres somos capaces de hacer cualquier cosa que nos propongamos. Solo hay que hacerlo con fe, con la mano de Dios y con sabiduría”, detalló
Además de empresaria, la propietaria de Catrinas es síndica del cantón de San Rafael, madre de familia y apasionada de la cocina. “Yo cocino desde siempre. En mi casa no hay Navidad sin tamales, ni fiesta sin un queque o una pizza. Disfruto cocinar con música y un vinito, es mi terapia”, confiesa.
Un rincón acogedor con sabor a esfuerzo
Hoy, Catrinas es más que un restaurante: es el reflejo de una mujer que decidió transformar la adversidad en oportunidad. “Quiero que la gente nos recuerde como un rinconcito acogedor donde se come rico y se pasa bien. Chiquito, pero con alma”, resume.
Y así, entre risas, sazón y sueños, este pequeño restaurante se abre camino en San Rafael, demostrando que los nuevos comienzos también huelen a sopa caliente, suenan a mariachi y saben a esperanza.




