EL ADVIENTO: UNA CELEBRACIÓN RELIGIOSA Y SU IMPACTO EN LA VIDA CONTEMPORÁNEA

Por Miguel Zamora para Heredia Hoy

El Adviento es un periodo de cuatro semanas que nos invita a abrir un espacio de reflexión en nuestra vida cotidiana. Cada día se convierte en una oportunidad para reconocer quién se acerca a nosotros y valorar cada encuentro y cada instante. Este tiempo nos llama a acoger a Aquel que viene lleno de alegría, fortaleza, paz y amor, permitiendo que su presencia nos transforme.

En este periodo de espera, se nos anima a afinar el oído del corazón para escuchar la voz de Dios que llama a nuestra puerta. Es un tiempo de gracia y conversión, resonando con el mensaje del Bautista: «Convertíos porque está cerca el Reino de los cielos». Despertamos y nos preparamos para recibir la buena noticia de la salvación.

El Adviento trasciende el simple conteo de días hacia la Navidad; es un tiempo de profunda esperanza y renovación de nuestra fe en las promesas divinas. Cada jornada nos invita a cultivar un corazón receptivo, a abrirnos a la gracia transformadora que Dios desea derramar sobre nosotros. Este camino de conversión interior nos impulsa a desprendernos de lo que nos ata y a permitir que la luz de Cristo ilumine nuestras vidas. Al igual que el Bautista, somos llamados a preparar el camino del Señor, a allanar los obstáculos que impiden su presencia en nuestro corazón.

 Definición y origen del adviento

Etimológicamente la palabra “Adviento” proviene del término latino “adventus,” que significa “llegada” o “aproximación.” En el contexto litúrgico, este término se refiere a la venida de Jesucristo al mundo. Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el Adviento es el tiempo que precede y prepara a la comunidad para celebrar la Navidad. Este periodo se caracteriza por un sentido dual de “venida”: por un lado, recordamos la primera llegada de Cristo, y por otro, anticipamos su segunda venida en gloria.

El Adviento marca el inicio del Año Litúrgico, un tiempo de reflexión y preparación espiritual, una época de expectativa, donde comenzamos la cuenta regresiva para el nacimiento del Niño Dios.

El signo más representativo de esta preparación es la corona de Adviento, que tiene raíces en tradiciones celtas. Los celtas solían adornar sus hogares con ramas verdes durante el invierno, buscando la presencia de sus dioses y solicitando buenas cosechas. Este simbolismo refleja una de las esperanzas más profundas del ser humano: la expectativa de algo conocido que debe ser vigilado, nutrido y cultivado.

La corona de Adviento, con su forma circular, representa un ciclo continuo de espera y descubrimiento, su simbolismo se ha enriquecido a lo largo del tiempo.

Así, el Adviento no solo es un tiempo de espera, sino también un llamado a la transformación personal y comunitaria, invitándonos a abrir nuestros corazones a la llegada del Salvador.

Significado y simbolismo del adviento

El Adviento nos invita a prepararnos para la llegada de Jesús de Nazaret, nuestro Salvador. No se trata solo de conmemorar su nacimiento, sino de esperar con anhelo su venida como Señor glorioso, quien vendrá a juzgar y a establecer su triunfo definitivo. Este tiempo litúrgico es un momento de celebración integral, donde la fe cristiana se adentra en su significado más profundo y encuentra formas cercanas y familiares para expresarse plenamente.

Cada semana de Adviento nos ofrece la oportunidad de reflexionar y motivarnos, infundiendo en nosotros un espíritu guerrero, lleno de esperanza y alegría, que resuena en nuestra vida contemporánea. El Adviento trasciende las fronteras de las comunidades cristianas de habla latina, ya que hereda ceremonias civiles y populares, así como significados simbólicos que enriquecen nuestro legado cultural.

Las cuatro velas de adviento

Para la tradición católica, las cuatro velas de la corona representan luz, esperanza, paz, alegría y amor. En contraste, en algunas tradiciones protestantes, estas velas han adquirido significados adicionales, pero siempre enraizados en la misma esencia de preparación y esperanza.

Representan las cuatro semanas que preceden a la Navidad y simbolizan diferentes aspectos de la espera y preparación para la llegada del Niño Jesús. Cada vela, con su color y encendido en un domingo específico, nos invita a reflexionar sobre un valor particular:

Primera vela (morada): Esperanza. Se enciende el primer domingo de Adviento y simboliza la esperanza en la venida del Mesías. Es un recordatorio de que, a pesar de las dificultades, siempre hay motivos para tener esperanza.

Segunda vela (morada): Fe. Se enciende el segundo domingo y representa la fe en Dios y en sus promesas. Nos invita a fortalecer nuestra relación con Dios a través de la oración y la reflexión.

Tercera vela (rosa): Alegría. Encendida el tercer domingo, esta vela simboliza la alegría que se acerca con la Navidad. Es un recordatorio de que, a pesar de la espera, podemos encontrar alegría en el presente. También se conoce como la «Vela de los pastores».

Cuarta vela (morada): Amor. Encendida el cuarto domingo, esta vela representa el amor de Dios por la humanidad. Nos invita a compartir ese amor con los demás a través de actos de caridad y servicio.

El color morado de las velas es tradicional en el Adviento, ya que simboliza la penitencia y la preparación espiritual. El color rosa de la tercera vela es una excepción, que representa la alegría que se acerca con la Navidad.

El encendido progresivo de las velas nos recuerda que la espera de la Navidad es un proceso gradual. Cada semana, al encender una nueva vela, renovamos nuestro compromiso de vivir el Adviento con sentido y de prepararnos para celebrar el nacimiento de Jesús.

El adviento en la tradición cristiana

Es fundamental destacar que el tiempo de Adviento es exclusivo de la Iglesia cristiana y se articula comúnmente en tres ciclos. El primero se centra en la historia de los reyes y patriarcas del antiguo Israel; el segundo, en la poesía de los grandes profetas; y el tercero, el más significativo para el cristianismo, se enfoca en la promesa de un Dios que se manifiesta en los momentos más oscuros, simbolizando al mensajero mesiánico.

Dentro de esta rica tradición, el Adviento se entiende como un tiempo y un kairós simultáneamente. Este concepto de “ya y todavía no” refleja la complejidad de la vida cristiana: no solo anticipamos con alegría la segunda venida de Cristo al final de los tiempos, sino que estamos seguros de que ya vivió entre nosotros, lo que nos permite experimentar un ciclo que nos invita a la reflexión, el arrepentimiento y el cambio de dirección, todo ello sin coerción, sino con esperanza.

El Adviento es, por tanto, un tiempo litúrgico que culmina en la intensa alegría de la celebración de la Natividad del Salvador.

El adviento en la liturgia

El tiempo de Adviento se distingue por su profunda relevancia en la vida litúrgica de la Iglesia universal. Esta importancia se acentúa al considerar el contexto en el que se celebra. Durante este periodo, el color predominante de las vestiduras litúrgicas es el morado, aunque algunas celebraciones pueden llevar vestiduras blancas, el tercer domingo el color predominante será el rosado simbolizando la alegría y la esperanza.

Es notable que durante el Adviento no se canta ni se recita el Gloria en la misa, ni se entona el Aleluya antes de la lectura del Evangelio. Esta pausa en la celebración resalta el carácter de espera y reflexión que define este tiempo.

Desde una perspectiva reflexiva y propositiva, es fundamental abordar estas prácticas de manera que la celebración eclesial sea eficaz y se integre en la espiritualidad de las comunidades donde se vive.

Celebraciones y tradiciones en diferentes países

Durante el tiempo de Adviento, muchos países de Latinoamérica celebran con tradiciones únicas que reflejan tanto la cultura local como la importancia religiosa de este periodo. Algunas de las más destacadas:

Misa de Gallo: En varios países, se celebra la “Misa de Gallo” en la noche del 24 de diciembre. Esta misa, que se realiza antes de la cena de Nochebuena, conmemora el nacimiento de Jesús y es una tradición que llegó con la evangelización europea.

La Noche de las Velitas: En Colombia, la noche del 7 al 8 de diciembre se celebra la Noche de las Velitas en honor a la Inmaculada Concepción de María. Las calles se iluminan con miles de velas, creando un ambiente festivo y de devoción.

La Gritería: En Nicaragua, el 7 de diciembre se celebra “La Gritería”, una festividad en honor a la Inmaculada Concepción. La celebración incluye cantos y gritos de alegría en las calles, y las iglesias permanecen abiertas para recibir a los fieles.

Las Posadas: Las Posadas se celebran en su mayoría del 16 al 24 de diciembre. Esta tradición recrea el peregrinaje de María y José buscando un lugar para el nacimiento de Jesús. Las celebraciones incluyen rezos, cantos y visitas a algunos hogares de la comunidad. La ruptura de piñatas es una tradición mexicana, en otros países como Costa Rica se comparte un pequeño ágape.

Estas tradiciones no solo unen a las comunidades en la celebración de la fe, sino que también enriquecen la cultura local con festividades llenas de alegría y devoción.

Conclusión

Reafirmamos la convicción de que el Adviento no es solo un recuerdo piadoso, sino un ciclo vital de la Iglesia que lleva lo sagrado a nuestra realidad. Este tiempo tiene el potencial de resonar profundamente en el imaginario cultural contemporáneo. Como católicos, estamos llamados a anunciar al Dios encarnado en Jesús de Nazaret en nuestra vida cotidiana y a construir un mundo nuevo, cimentado en la justicia, la paz y el amor solidario. La celebración del Adviento se convierte así en una gracia renovadora, un llamado constante a llevar el amor de Dios a cada rincón de la Tierra.

En la liturgia, el Adviento nos invita a abrir las ventanas de nuestra vida hacia el futuro. Comprometidos con la historia y el mundo actual, nuestras comunidades pueden acoger y compartir la esperanza, tanto personal como colectiva. Así, el Adviento se transforma en un kairós, un tiempo esperado con anhelo, como el gozo anticipado de quien ya percibe el aroma de la próxima estación o la inminente llegada de un ser querido. Que este Adviento sea un momento de transformación y misión, donde cada uno de nosotros se convierta en un portador de luz y esperanza, en un mundo que tanto lo necesita.

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