Desde el año 1996, mediante el decreto ejecutivo N° 25724-C, el 31 de octubre de cada año, se declaró como “Día de la Mascarada Tradicional Costarricense”, como una manera de celebrar esta manifestación cultural que representa una de las costumbres más arraigadas en el país: la elaboración y el desfile de mascaradas.
Posteriormente, en 2022, la Asamblea Legislativa declaró la mascarada como símbolo nacional de Costa Rica, según el decreto legislativo N° 10239, con el propósito de sensibilizar, divulgar e informar sobre sus valores culturales, así como para apoyar iniciativas para salvaguardar esta tradición popular.
En la actualidad, el Gigante, la Giganta, la Bruja, el Diablo, la Calavera, el Policía, entre muchos otros personajes más, forman parte de esta expresión cultural de los pueblos.
Según la investigación “Máscaras, Mascaradas y Mascareros”, de la antropóloga Giselle Chang Vargas (2007), elaborado por la Dirección de Patrimonio Cultural, el origen de la mascarada en el Valle Central de Costa Rica se remonta al período de la Colonia, cuando las cofradías organizaban festividades al Santo Patrón. “Fue en La Puebla de Cartago -barrio de indios, pardos, negros y mulatos-, donde nació la práctica de los mantudos, en una de las fiestas agostinas en honor a la Virgen de Los Ángeles”, detalla la investigación.
“En este oficio tradicional del Valle Central se reconoce como pionero a Rafael ‘Lito’ Valerín, nativo de Cartago, quien elaboró una serie de personajes populares que fueron bailados por los jóvenes cartagineses en los albores del siglo XX. Estos payasos contribuyeron a dar un carácter lúdico a las fiestas en honor a la Virgen de Los Ángeles y, posteriormente, estos mantudos fueron apropiados por los habitantes de otras localidades de la región y pasaron a ser un atractivo en las festividades patronales de distintos poblados del Valle Central”, reseña la publicación de Chang.
Según detalla la investigadora, entre los pueblos donde destaca esta expresión cultural, resalta Aserrí, Barva y otras regiones heredianas; Desamparados, San Lorenzo de San Joaquín de Flores, San Antonio de Escazú, Tres Ríos, Palmares. “En casi todos estos lugares, ha habido familias cuyos integrantes han transmitido este conocimiento de una generación a otra”, agrega la investigación. Según datos recientes, con base en inventarios culturales realizados por el Ministerio de Cultura y Juventud, la práctica de la mascarada se ha registrado además en regiones fuera del Gran Área Metropolitana, como por ejemplo Santa Cruz de Guanacaste, entre muchas otras localidades.