Muchas veces al pasar por Lagunilla de El Barreal del distrito Ulloa, sobre la ruta 106, que es la vía principal actual entre El Barreal y Jardines del Recuerdo, concretamente en la entrada a la Urbanización Real Santamaría, habremos visto una imagen de la Virgen María en una plazoleta.
La misma tiene una placa que textualmente dice: “En este sitio se erigió el año 1705 la primera iglesia de Heredia consagrada a la Inmaculada Concepción. Donación de D. Isidro Villalobos V. Lagunilla 8 XII 1939”.
No se ha encontrado hasta ahora documento alguno que precise la fecha ni el lugar exacto de esta edificación, que por haber sido pequeña y tan solo de paja no dejó huella alguna. No sabemos por qué en 1939 se pensó que ese año era el 1705 y ese el lugar de la ermita, como se indica en la placa.
Sin embargo, la mayoría de los historiadores están de acuerdo en decir que tal iglesia se edificó en 1706; pues ya en 1707 se registran las partidas de entierro de Bartolomé Lizano y de Gregario de Torres, de quienes dice el Libro Parroquial respectivo de Cartago que fueron sepultados “en la ermita del Virilla o de Alvirilla”, denominación que se le dio por algunos años.
El Río Virilla comienza a citarse poco antes en los documentos, concretamente, en 1647, relacionados con el diminutivo de Elvira de Torres, quien para entonces tuvo una finca en las inmediaciones del río y así dio nombre también a la pajiza ermita.
El motivo de la edificación de la ermita era posibilitar a los habitantes españoles de los valles de Aserrí y de Barva el poder cumplir con el precepto dominical, sin tener que trasladarse hasta su Parroquia de Cartago, pues por la legislación vigente no podían hacerlo en las doctrinas cercanas de Barva, Aserrí, Curridabat o Pacaca. Para edificarla debieron contar con la aprobación de la autoridad eclesiástica, que correspondía al cura de Cartago y a la vez Vicario General de la Provincia; aunque la intención aún no era fundar un poblado propiamente dicho.
El XXVII° Obispo de León, Fray Juan Benito Garret y Arlovi O.Praem. (1708-1716), Obispo de la diócesis de Nicaragua y Costa Rica, realizó la sexta visita pastoral a nuestra Provincia entre marzo y abril de 1711. Posterior a la visita, el 10 de mayo de 1711, en una Carta Pastoral suya obligaba “bajo pena de excomunión mayor a los feligreses de Cartago, Esparza y Nicoya que vivían dispersos por los campos, a que dentro del plazo de seis meses construyeran oratorios y ermitas en donde pudieran oír la Misa y recibir los sacramentos”.
El Obispo se convenció de la necesidad que había de que los habitantes de los valles de Cartago, Barva y Aserrí se congregaran en poblados para evitar los males que implicaba el que vivieran en sus propiedades dispersos y no en poblados debidamente establecidos; de allí que dicha pastoral contenía también algunas otras disposiciones para hacer efectiva la construcción de nuevos oratorios y la formación de nuevos centros de población. Enterado el Obispo después que su pastoral no había sido acatada en todas sus partes, el 30 de enero de 1714, ordenó a los sacerdotes de la Provincia que hicieran efectiva la excomunión, lo cual no siempre se ejecutaba al pie de la letra.
Pero, en el caso de la futura población de Heredia, la orden episcopal ya se había cumplido. Efectivamente, el Gobernador de la Provincia, Lorenzo Antonio de Granda y Balbín (1707-1712), en el informe que dirige a la Corona española en 1712, menciona cerca de Barba “una población llamada la Villa donde se mantiene un cura por el consuelo del pasto espiritual de sus habitantes”. La población a la que se refiere el Gobernador no es otra que la reciente población de Cubujuquí, establecida ese mismo año o el anterior 1711, en cumplimiento de la orden del Obispo Garret y Arlovi.
Consta además que, en octubre de 1714, en una escritura testamentaria de María Morales de Meléndez a favor de Francisco y Bernardo Torres aparece otorgada “en la nueva población de la ayuda de Parroquia de Nuestra Señora de la Concepción” y en el testamento del Alférez José de Quesada, en enero de 1716, pide que su entierro sea “en la nueva población ayuda de Parroquia de este valle”.
Estos documentos se refieren a Cubujuquí, el paraje donde, desde el año 1711 o a más tardar en 1712, se trasladó “la ermita del Virilla o de Alvirilla” levantada en 1706, ahora sí con la intención de iniciar un poblado debidamente establecido y desde el inicio con al patronazgo de la Inmaculada Concepción. Cubujuquí, conocido ahora como Villa de la Inmaculada Concepción de Cubujuquí, es el asentamiento que da origen a lo que hoy es la ciudad y la Parroquia de Heredia.