
Por María de los Ángeles Carrillo D.
Para Heredia Heredia Hoy

De los 50 años transcurridos desde el nacimiento de la Universidad Nacional hay muchas historias de logros, sacrificios y anhelos que contar. Creo que es a mí, a quien le corresponde recordar la huella que al sello UNA le imprimió mi madre, Berenice Delgado de Carrillo.
La Universidad Nacional corrió por sus venas, siempre su corazón latió apresurado cuando su memoria recreaba los albores de su Universidad, una institución que contribuyó a construir.
Miles de veces oí las historias, momentos inolvidables que ayudaron a edificar los primeros pasos de la huella UNA y yo las tuve a la mano, su voz habló para mí, esas reminiscencias maduraron mis recuerdos, porque de una u otra manera también yo estuve ahí.
Amar a la Universidad Nacional, tener ejemplos de cómo los sueños, el amor y la dedicación, sumados a un actuar ético, a un fortalecer de valores -como la honestidad, honradez, disciplina, mística y solidaridad- y a un esfuerzo cotidiano por trasladar esos aprendizajes de un ser personal, a una familia y una colectividad, lleva a entender que la UNA puede ser un proyecto de vida y que la comunidad herediana ha tenido el privilegio de vivirlo.
El pensar que cada persona es importante en una Institución, que la cadena de valor se anida, cuando se reconoce la importancia de cada una -indistintamente de la posición académica o administrativa- forma parte del hilo conductor de esta historia.
¿QUIEN FUE BERENICE?

Nació en Heredia en 1925, el día que hoy se dedica a la libertad de expresión (1 de setiembre). Creció en una familia tradicional donde había privilegios para los hombres, fue por ello, que desde niña tuvo que luchar por crear espacios y oportunidades para sí misma y los demás.
Estudió la primaria en la Escuela Cleto González Víquez, la cual sería a su vez la primera escuela donde trabajaría, bajo la tutela de la Niña Angélica Gamboa, quien ya le era conocida, porque -cuando estudiaba en la Escuela de Educación de la Universidad de Costa Rica- había participado en los proyectos educativos de su hermana Emma Gamboa.
A finales de la década del 40 apoyó al Padre Armando Alfaro en sus luchas por la creación de un centro educativo para los limpiabotas, que facilitara su inserción en actividades de sano desarrollo. Como docente de escuela primaria impartió lecciones, en escuelas de San José y Heredia.
A finales de la década del 50 participó en la fundación de la Escuela Normal de Liberia, y a su regreso se ubicó en el Liceo de Heredia, y posteriormente trabajó en la Escuela Normal de Costa Rica, que en los años 60 le brindó la oportunidad asistir con una beca a la Universidad de Rio Piedras en Puerto Rico, para ampliar su formación docente en el campo de la nutrición. Después de retornar, continuó con su trabajo y posteriormente también fue docente en la Escuela Normal Superior.
Cuando se fundó la Universidad Nacional apoyó en su gestión al Padre Dr. Benjamín Núñez Vargas y al Dr. Alfio Piva Mesén, desde la Dirección del Departamento de Servicios Generales, donde llegó a tener alrededor de 300 subalternos de las áreas de proveeduría, mantenimiento, conserjería, vigilancia, transportes, correo y peones de fincas entre otros. Además, colaboraba con las relaciones públicas, en la atención de los visitantes extranjeros y con la Comisión Ad Hoc, encargada de establecer los lineamientos de la naciente Universidad Nacional.
Se pensionó en 1979 y siempre atendió las invitaciones que a eventos UNA recibía y también siguió participando en actividades sociales de la comunidad herediana, donde realizó acciones como empresaria.
Tuvo vida hasta los 83 años, partió con gallardía a la patria celestial, dejando cuatro hijos, cinco nietos y mucha gente amada.
UNA PROMESA NO CUMPLIDA…
“No, no los vamos a ayudar”… para los funcionarios de la Escuela Normal de Costa Rica inicialmente no fue una alegría la creación de la Universidad Nacional. Un día convocaron en el Salón de Actos a todo el personal y les contaron lo que iba a suceder….lo que más temían… se creó una Universidad uniendo las dos instancias de educación superior de Heredia: la Escuela Normal y la Escuela Normal Superior y por consiguiente, éstas desaparecerían. Entre protestas y lamentos -por considerar la decisión irreversible- decidieron hacer un pacto entre todos los presentes: no colaborar en nada con la nueva universidad.
Contaba mi madre, que después de eso, se retiró a impartir las 10 lecciones del día, y al final de la tarde llegó a su aula el director don Fernando Chaves, y le dijo:
-Doña Berenice, el rector de la UNA la manda a llamar. Al respecto contaba que sorprendida y extrañada respondió: ¿Me llama a mí? Seguro que está equivocado, pues no nos conocemos.
Sin embargo, cuál fue su sorpresa que el Padre Benjamín Núñez le pidió colaborar con la Comisión Ad-Hoc de la naciente Universidad, pues había sido recomendada por su primo, Ismael Antonio Vargas, quien había sido Ministro de Educación- y como mi madre guardaba un entrañable afecto hacia él, declinó lo prometido en la sesión de esa mañana.
Algunos de los integrantes de la Comisión Ad-Hoc la conformaban el Padre Núñez, Rose Marie Karpinsky, Roberto Murillo, Francisco Antonio Pacheco, Francisco Morales como Ministro de Trabajo, Oscar Arias como Ministro de Planificación, Luis Arnoldo Pacheco entre otros y a todos siempre les recordaba con gran cariño.
Así, al día siguiente, Berenice -además de las lecciones daba- comenzó a colaborar ad honorem con las más altas autoridades de la naciente universidad. Su trabajo inicialmente era atender a las visitas; buscar casas en la ciudad, para que la universidad alquilará espacios de trabajo; ayudar a buscar materiales y personas de la provincia que pudieran colaborar y apoyar las tareas.
Con esta actuación no cumplió el compromiso asumido en el salón de actos de su Escuela Normal, pero siempre defendió, con todo orgullo, el aporte y valor de la institución normalista, pues su huella perdurará en las generaciones de cientos de maestros que contribuyeron a fortalecer los valores y la educación costarricense.

PRIMERA DIRECCION DE SERVICIOS GENERALES
Mi madre Berenice siempre recordó el aprecio que le mostraba el Padre Núñez, sin embargo, sonreía al recordar que él -en algún momento- no confió en ella y fue cuando hubo que nombrar a quien dirigiría el departamento de servicios generales de la Universidad.
Algunos de los altos funcionarios recomendaron que como ella ya que realizaba muchas de tareas, era la persona para el puesto; sin embargo el Rector Núñez se resistió y comentó ¨reconozco su gran capacidad, pero tendría a su cargo muchos hombres que la enfrentarían y tendría que lidiar con ellos¨ al final lo aprobó, pero antes advirtió ¨le voy a decir que estará a prueba, que si no da la talla, le pediré la renuncia¨ y al final de su gestión el Padre Benjamín llegó a describir a Berenice, como su mano derecha.
Contaba mi madre que cuando le nombraron tuvo por delante muchas ilusiones y un gran reto, pues sabía que el trabajo era difícil. Hizo un horario, entraba a las 6:15 de la mañana después de que sus hijos nos íbamos al colegio y salía a las 9 de la noche.
Fue responsable de hacer grandes licitaciones, como la construcción del Edificio de Medicina Veterinaria, el manejo de las fincas de Barreal y Pérez Zeledón. Además, visitaba Liberia y San Ramón, porque también era jefe de los administrativos de esos lugares y de las cocineras de las residencias y asimismo tenía que velar para que la alimentación de los estudiantes becados fuera balanceada y nutritiva.
VALORES DEL PERSONAL DE SERVICIOS GENERALES
En este departamento había mucha mística, ella acostumbraba todas las semanas a recordarles que no había en la UNA dinero, por lo que no les podía dar todos los materiales que necesitaban para trabajar.
En la naciente universidad nadie cobrara horas extras, todos trabajaban más del tiempo asignado, para poder salir avante y además involucraban a las familias; en mi casa por ejemplo, mi papá prestó muchas veces su auto para las diligencias de la oficina, nosotros colaborábamos haciendo tareas para mi mamá y como familia le dábamos el tiempo para poder cumplir sus obligaciones.
Los guardas se buscaron palos largos y los mantenían afilados cuando andaban revisando los predios de la universidad, ello porque solo tenían dos revólveres heredados de las escuelas normales, para garantizar la seguridad de las instalaciones universitarias.
Los choferes servían de saloneros cuando había alguna actividad especial; como eran pocos, los conserjes se ayudaban entre todos para que el trabajo saliera y siempre estuvo a flor de piel la risa por una u otra broma que se gastaban.
Don Rafael Moreira -funcionario de las escuelas normales, que administraba la finca y le ayudaba al profesor de agricultura- pasó a ser el jefe de jardineros, y entonces, como no podían comprar plantas, pedía a los vecinos obsequios de “hijitos” para ir decorando los jardines universitarios.
Para la cantidad de trabajo, los empleados de suministros eran pocos, pero ellos comprendían que la tarea tenía que salir y daban más del tiempo del que necesitaban. También actuaban de manera muy racional en las compras y en la distribución del material.
Los peones trabajaban en Pérez Zeledón, en el centro de la UNA y en Barreal; eran personas honestas, trabajadoras y en los cafetales hacían todo lo posible para obtener buenas cosechas para que entraran dineros a la Universidad, los de la sede central eran rotados por las otras fincas. Para llevar el control en la recolección de las cajuelas de café se hicieron unos boletos de metal con las iniciales U.N.A.
Berenice acostumbraba reunir a los funcionarios para agradecerles su aporte, compartir inquietudes e inculcarles mística, saludarlos, conversar con ellos, conocer de sus problemas y que ellos comprendieran las dificultades que la universidad enfrentaba.
Durante un tiempo hubo también trabajadores en San Ramón, en su momento los recursos fueron cedidos a la Universidad de Costa Rica, con motivo de la distribución territorial que hicieron las universidades.
HEREDIA UNA CIUDAD UNIVERSITARIA
El sueño de Benjamín Núñez era hacer del centro de Heredia una ciudad universitaria, quería que el espacio que había sido cuna de educadores, rebozara ahora como un campus moderno, donde hubiera estudiantes y profesores por toda la ciudad y que sus familias fueran parte de todo lo que sucedía en la U.
El soñaba que desde la calle 9, donde nacía el campus, por toda la avenida central hasta donde hoy día se ubica el Palacio de los Deportes, poco a poco los espacios pasarían a formar parte de la Universidad, quería construir grandes auditorios y edificios. Además le gustaba mucho visitar las casas que se alquilaban o prestaban para ubicar a facultades, escuelas, residencias estudiantiles, pues decía que esa era una muestra de que la UNA se estaba asentando. El destino no quiso que este sueño realizara, sin embargo, mi madre creía que para Heredia hubiera sido hermoso insertar la universidad en una comunidad que cultivaba cultura y conservaba tradición y herencias.
EL PATRONATO…la noche del deleite
Con la creación de la UNA se eliminó para Heredia la posibilidad de ver los grupos de normalistas que compartían con la comunidad. Sin embargo, el Padre Núñez tenía muy claro que era importante atraer a un grupo selecto de personas para compartir con ellos el nacimiento y las necesidades de la nueva Institución.
En los inicios, el día lunes llegó a convertirse en el día clave de Heredia, era cuando la Universidad abría sus puertas a la gente que sabía de los problemas de la provincia, pero también donde estaban sus fortalezas, y cómo podían ayudarle en muchas de las cosas que necesitaba la Universidad.
Entre los que asistían estaban los abogados Andrés Benavides, magistrado, Víctor Manuel González, alto funcionario del ICE, León Montoya, director del Patronato Nacional de la Infancia, el doctor Roger Bernini, don Lalo Gamboa -alto funcionario del Ministerio de Educación, los hermanos Fernando y Eladio Vargas Fernández, políticos connotados, el Dr. Edgar Cabezas, José Joaquín Chaverri, Carlos Elizondo y muchos otros más.
Con este grupo se conversaba de los problemas de la naciente institución, y ellos servían de intermediaros con la comunidad, o contactaban al Rector Núñez con otras personalidades para apoyar los proyectos universitarios.
El grupo crecía cada semana, porque unos les comentaban otros que ese ratito que le dedicaban a la UNA era muy significativo en sus vidas, pues al inicio el Padre Núñez les fortalecía con una predica y al final se les obsequiaba un chocolate con bocadillos, para calentar el alma y el cuerpo.
AMIGOS POR SIEMPRE
Uno de los más memorables recuerdos de Berenice fue la llegada y acogida de extranjeros que interesados en el proyecto de una universidad diferente se comprometieron a venir a establecerse aquí.
Mi madre utilizaba el vehículo familiar para irlos a recibir al aeropuerto. Lo primero que hacía era traerlos a la Universidad a conocer y conversar con el Rector Núñez, quien se reunía con ellos para contagiarlos de su entusiasmo por el proyecto de Universidad Necesaria.
También, de antemano, había buscado varias casas de alquiler para que ellos escogieran la que más les convenía, tanto por el pago de alquiler, como por la cercanía a la UNA. Además, los llevaba a enseñarles los almacenes de abarrotes donde podían hacer sus compras a mejores precios, las tiendas, el mercado y hasta los estancos del Consejo Nacional de la Producción que vendían a precio de costo.
A muchos de esos extranjeros les prestaba piezas de vajilla de mi propia casa y algunos neceseres que podían utilizar inicialmente. Les explicaba todo del manejo de una familia en Costa Rica, como pagos de luz, agua, teléfono, seguro social, escuelas y colegios para los hijos, etc.
Esta tarea de recibimiento y ubicación fue fácil en los primeros tiempos, porque había muchas casas disponibles en Heredia, pero llegó el momento en que eran tantos los que llegaban, que se vio en la necesidad de invitar a convivir a más de una familia recién llegada en una misma casa.
Los reunía en la sala de sesiones, los presentaba, les hablaba de todo lo que tenían en común, una nueva ciudad, una nueva universidad, un nuevo país y muchas experiencias por vivir, y entonces eso daba pie para que se interesarán en conocerse mutuamente, de ahí salían a ver las casas y ellos con entusiasmo distribuían cuáles serían los lugares propios y los comunes.
UNA IGLESIA EN DEUDA
Como Berenice se convirtió en una de las personas con alto rango de la UNA cuando caminaba de su casa al trabajo tenía oportunidad de conversar con la gente. Un día iba para la U. y se encontró con doña Juanita de Zumbado, quien le preguntó si a la Universidad le interesaría comprar una finca en Santa Lucía, pues ella veía que tenía mucho futuro y además agregó:
-¨Soy una persona de Dios, me encantaría que esa finquita le quedara al Padrecito Núñez, a quien quiero mucho y admiro la oportunidad para que jóvenes sin recursos puedan estudiar. Y ya que no he tenido la dicha de tener hijos, me gustaría dejarle el terreno a un precio bajo y con facilidades de pago¨.
Ese mismo día el Padre Núñez visitó a Doña Juanita quién ofreció dársela a pagos, sin intereses y rebajada del precio que inicialmente pensaba pedir. El Rector de la UNA le dijo que si esa finca era adquirida por la Universidad sería visitada por jóvenes y funcionarios que pudieran olvidar el agotamiento de sus trabajos y los problemas de sus hogares y que además, ese lugar serviría para disfrutarlo con las familias y unirlas entorno a la Universidad.
En la siguiente reunión de la Comisión Ad-Hoc, resolvieron constatarlo por sí mismos, decidieron ir todos a recorrerla; y como el terreno era muy quebrado, quienes fueron se tomaron de la mano, unos y otros y en fila india, para no caerse. Ahí mismo, se dio el visto bueno para iniciar el proceso de compra.
Cuando lo supo Doña Juanita hizo otro rebajo al precio que ya se había acordado. Entonces el Padre Núñez le dijo:
-Para pagarle tanta bondad, me encargaré de que la Universidad haga una capilla en lo más alto de la finca, y cuando jóvenes y funcionarios reúnan y haya misa, el repicar de las campanas sonara tan fuerte que hasta su casa, en la tierra o en el cielo, llegará su arrollador sonido.
La promesa a doña Juanita no se ha cumplido, aunque si se logró el cometido de ofrecer a los universitarios un sitio de recreación, esparcimiento y pensamiento.
TREINTA VACAS Y UN TORO
Como ya se había adquirido en Barva la finca y había una Escuela de Ciencias Agrarias y una Escuela de Medicina Veterinaria, Berenice conversó con algunos ganaderos heredianos para ver si era posible que hicieran donación de algunas reses para la finca.
Como Adalberto, mi papá, la vio tan inquieta detrás de esa idea y él era Jefe del de Departamento de Investigaciones de Zootecnia del Ministerio de Agricultura y Ganadería le habló que en el Alto de Ochomogo, en la Estación Experimental había mucho ganado y que se podría hacer un hato de 30 vacas de raza y un toro y esto sería excelente para las prácticas los estudiantes y las clases de los docentes.
Berenice le contó al Rector Núñez esa idea. La donación tenía que contar con el visto bueno de Fernando Batalla, Ministro de Agricultura de ese entonces, quien ese día saldría hacia los Estados Unidos, por lo que el Padre decidió trasladarse al aeropuerto y conseguir el SI para la Universidad Nacional.
CON UN CHIGUAGUA AL HOMBRO
En 1973 el Presidente José Figueres Ferrer, desde que el Padre Núñez se vino como Rector a Heredia estableció como costumbre venirlo a visitar una vez a la semana; él decía que era el ratito de higiene metal que necesitaba.
Contaba Berenice que todos los que estaban cerca de la Rectoría sentían grandes congojas y risas de que el Presidente de la República les visitara tan a menudo, pero dejaban volar la imaginación, sobre qué y cómo le podrían pedir al Presidente que le diera a la UNA, mientras con conversan con él o le servían un cafecito y su repostería preferida: unos palitos de queso hechos en mi casa y un famoso sanguchón de pan que vendían en la panadería herediana La Cartaginesa. Era de una vara de largo y lo cortaban transversalmente, entonces se le podían poner varios ingredientes: una capa de paté, otra de queso, una capa de lechón o una capa de ensalada, una capa de aguacate, otra de frijoles, en fin lo que la imaginación diera.
Estas dos cosas siempre estuvieron en la mesa, y como no había caja chica en la rectoría para esos gastos, el contenido del sanguchón era obsequio de quienes se acercaban a mirar sus pláticas.
Pepe Figueres llegaba cada semana con un perro al hombro que ponía en sus regazos y pasaba chineando mientras conversaba feliz con los universitarios y por su puesto con su amigo y confidente, el Padre Núñez.
PRIMEROS CATERING
Al principio, la Universidad Nacional no tenía dinero ni podía pagar ningún “catering service”, pero sí había que dar recepciones a visitantes donantes y la bienvenida a los profesores.
Para que saliera barato Berenice se responsabilizaba de organizar los eventos y conseguía ayuda de profesores voluntarios y de dos conserjes-oficinistas Mireya y Haydeé. Estas actividades no le causaban congoja, pues había recibido cursos de repostería en la Universidad de Río Piedras, Puerto Rico.
Para no alquilar se usaba vajilla, mantelería, platos, cubiertos, vasos y copas de mi casa que los había comprado para mi fiesta quince años, por consiguiente, para esta celebraciones la U ponía lo mínimo, ella lo complementaba con lo de su hogar, pues por vanidad quería que le quedara todo muy bien.
BOLETOS DE CAFÉ
La Universidad Nacional heredó las fincas de café que poseía la Normal, éstas estaban en plena cosecha y daban ingresos que le eran muy necesarios. Se tenía café en la finca del Uriche, donde ahora está la sede central, también había café en Pérez Zeledón y en la finca que se acaba de comprar en el Barreal.
El café sembrado era de excelente calidad, por lo que era importante recolectar la cosecha, el jefe de jardineros se encargaba de vigilar, cuidar y atender los sembradíos y posteriormente organizar la recolección.
Para esta tarea él ocupaba mucho tiempo más del que estaba contratado, pues se levantaba a las 4 de la mañana y en su pick up se iba por todos los cantones de Heredia a buscar recolectores de café. En ese mismo auto se cargaba el café recolectado y se llevaba al patio de beneficio.
Berenice iba a darle vuelta a todo el trabajo y también le dedicaba tiempo a una finca que había en San Isidro del General, donde había otro encargado que hacía lo propio para conseguir recolectores.
Como a los cogedores de café había que darles una contraseña por cada cajuela recogida, se mandaron a hacer boletos de café metálicos que identificaran a la UNA y tuvieran diferentes denominaciones, para pagar en justa medida a los trabajadores. Los boletos funcionaron muy bien, para llevar cuentas muy exactas de los ingresos.
Mientras duraron las cogidas de café éstas fueron un éxito, fue una entrada económica que tuvo la Universidad y a la que se echó mano muchas veces para suplir las necesidades.
Poco a poco para dar paso a las nuevas edificaciones de la naciente universidad los cafetales se fueron eliminando, primero desaparecieron los de la sede central luego los del Barreal y después los de Pérez Zeledón.
LOS FURGONES DE PANAMA
La Universidad Necesaria traía estudiantes de lejos y para que tuvieran casa donde estudiar, dormir y alimentarse, había que alquilar y buscar recursos para equiparlas.
Y no eran solo en las residencias donde hacía falta equipo, sino también se requería mobiliario pues faltaban escritorios y pupitres en las aulas. Permanentemente Berenice tenía estas preocupaciones en su cabeza y siempre encontraba una mano amiga que trataba de ayudar.
En cierta ocasión se encontró con un amigo que trabajaba en la Agencia Internacional para el Desarrollo y contándole los problemas económicos y las grandes necesidades de la UNA, él le dijo que podría ayudar, consiguiendo cosas que mandaban como donaciones de la zona del canal de Panamá. Podrían conseguir algunos furgones de materiales que servirían para la UNA: escritorios, colchones, catres para las casas de los estudiantes, ollas, veladoras, cómodas con lo cual se podría equipar aulas, residencias y oficinas.
Berenice recibió con alegría el aviso de que podía ir a Panamá a recoger esos materiales, entonces alquiló furgones y los llenó con todo lo que pudo. Aunque ella iba con todos los papeles en regla, les pararon en la frontera de Panamá por el cargamento que traían, pues ahí consideraban que eso le correspondía a Panamá y no tenían por qué traerlo para Costa Rica.
Para Berenice fue una angustia, pues en el fondo pensaba que tenían razón, ya que eran cosas muy buenas; sin embargo, conociendo las necesidades de la UNA, insistió e insistió hasta que al final la dejaron pasar la mercancía por única vez.
Durante más de treinta años esos escritorios, cómodas y veladoras fueron utilizadas en las oficinas de la Universidad.
UNA POETISA EN MI HOGAR
Como el Padre Núñez invitaba mucho extranjero a venir a la Universidad un día hizo conexión con una gran poetisa, Berta Singerman el recital se hizo en el pequeño auditorio de la Normal, pero se abarrotaron los pasillos, pues todos deseaban escucharla.
Berenice terminó ofreciéndole una cena en mi casa y procuró que hubiera la mayoría de personas que fuera posible alojar en mi hogar, en determinado momento la poetisa se paró junto al televisor y nos invitó a acercáramos a su alrededor y ahí volvió a compartir la maravilla de su voz y su poesía con quienes teníamos el placer de tenerla cerca.
LIBROS PARA LA BIBLIOTECA
La primera biblioteca que tuvo la Universidad Nacional estuvo ubicada cerca de la explanada 11 de abril, los libros con que contaba eran los de las escuelas normales, y no eran suficientes para el acerbo de conocimiento que requería una universidad; sin embargo, no había dinero para comprar.
Entonces como estrategia se invitaba cada semana a un embajador para darles a conocer el nuevo proyecto universitario. Para responder a esta invitación y -como era conocido que esta institución tenía necesidades- generalmente preguntaban si había algo de su país que a nuestra institución le interesara y se hacía la petitoria: libros, libros y más libros, todos los que puedan y efectivamente el llamado tenía eco.
También se consiguió la Biblioteca de don Luis Felipe González Flores a un precio mínimo precio mínimo y así, fue, como poco a poco, fue creciendo la la biblioteca de la Universidad Nacional.
LAS TERRAZAS DE LA UNIVERSIDAD
Como parte de las funciones de apoyo a la Comisión Ad-Hoc, un día Berenice escuchó al Padre Núñez haciéndoles el comentario de la gran decepción que se había llevado, por los resultados de un estudio aéreo que les habían hecho a los terrenos de la antigua Escuela Normal donde se decía que rotundamente no se podía construir en esos terrenos, por la cantidad de huecos y que por lo tanto, había que buscar otra alternativa para construir la Universidad.
Reproduzco aquí, las palabras literales de mi madre:
“Yo no podía creer lo que acababa de escuchar…la idea de que la sede central sería en el Barreal de Heredia.
-No eso no lo iba a yo a permitir…si era necesario levantaría a todos los heredianos, habíamos perdido nuestras amadas escuelas normales, y ahora ¿no se haría en Heredia centro la Universidad?, eso no era posible.
Pase noches desvelada, la U no tenía plata, la Comisión Ad-Hoc tenia que tomar decisiones para poder buscar recursos y comenzar a construir la infraestructura que requería la naciente universidad, ¿Qué hacer?
Resolví entonces ir a visitar al herediano Enrique Azofeifa, quien en ese entonces era el Ministro de Obras Públicas y Transportes y le conté sobre los planes que había escuchado y le manifesté mis inquietudes y decisiones de que no permitiría que se llevaran a la U. El me manifestó su interés de ayudarme a buscar una solución y me ofreció todo su apoyo.
Entre los dos estuvimos divagando sobre qué podíamos hacer, en eso Enrique me dijo:
-Doña Berenice, al MOPT le acaba de ingresar maquinaria nueva, yo se la puedo prestar los sábados y los domingos y le puedo pagar horas extras a los funcionarios, lo único que no tengo es la gasolina.
-Yo si tengo, pues como directora de servicios generales soy la jefe de la sección de transportes de la UNA.
Había que terracear la finca y hacer esos terrenos aptos para construir los edificios que requería la U…. pero no teníamos dinero, ni permiso, y la Comisión Ad-Hoc y el Padre Núñez seguían acariciando la idea de llevarse la U al Barreal, algo había que hacer, y fue por eso que asumí toda la responsabilidad y le dije a Enrique:
¿Cuándo comenzamos? Yo asumo la responsabilidad.
Los terrenos de la finca respondieron maravillosamente bien, las terrazas salían parejitas, los tractores trabajan sábados y domingos desde la mañana hasta la noche, y todo se hacía con mucha rapidez.
Sin embargo, llegó el día más temíamos, don Francisco Quesada, Secretario General de la UNA, se enteró de lo que estaba pasando, pues ya las terrazas se veían desde la antigua biblioteca.
Cuando el Padre oyó que yo estaba involucrada y que no le había dicho nada, le dijo a don Francisco que lo acompañara para ver que era lo que estaba sucediendo. A mi me llegaron a contar lo que estaba pasando y dejé todo lo que estaba haciendo y me fui corriendo a enfrentar la reacción del Padre, en el sitio de los hechos.
En el fondo yo me temía que ese día sería destituida de mi puesto.
Cuando llegué, ellos dos estaban contemplando el trabajo de realizado, el Padre muy circunspecto me volvió mirar y me dijo: ¿Doña Berenice, me puede explicar lo que está sucediendo? ¿De dónde cogió el dinero para hacer esto?
Yo les resumí desde la conversación que escuché de la Comisión, hasta mi encuentro con Enrique y del trato que habíamos hecho como heredianos.
¿Pero ¿cuánto le costó eso a la Universidad? replicó Núñez Vargas
Solo la gasolina, respondí
¿Cómo? volvió a preguntar con la mirada incrédula
Sí, solo la gasolina, repetí
Una vez más el Padre alzó su mirada a las terrazas volvió a ver a don Frank e inmediatamente me abrazaron. Me dijeron que no lo podían creer, pero que había hecho lo correcto.
-Creo que ahora si podemos comenzar a construir por aquí, necesitamos aulas para que los muchachos estudien, replicaron todos.
El Padre Núñez no me dijo nada más ese día, pero en la siguiente reunión de la Comisión Ad-Hoc les comentó la situación, ellos me llamaron y yo les conté todo lo que había sucedido y ese día se tomó el acuerdo de comenzar a buscar opciones de financiamiento para aulas prefabricadas e iniciar la construcción de los edificios universitarios en la finca de las antiguas escuelas normales.”
LA PARADA DE LAS AULAS
A inicios de los años 70 Enrique Azofeifa no solo colaboró con las terrazas de la U., sino que también gestionó el obsequio de aulas prefabricadas y gimnasios para la educación física que se colocaron en el Barreal. El Ministro del MOPT recibió fuertes críticas y él decía ¡Ayudar a la UNA es ayudar a todo Costa Rica, porque ahí llegan alumnos de todo el país!.
Como Berenice tenía a cargo la Sección de Mantenimiento, Edwin León sugirió a un maestro de obras de San Pablo llamado Eduardo Valerio, quien finalmente fue seleccionado para levantar las aulas prefabricadas que donó el MOPT, el trabajo se hizo rápidamente, pues la universidad tenía que estar preparada para recibir a sus estudiantes en el siguiente ciclo lectivo.
Contaba mi madre que Eduardo, no solo levantó las aulas, sino que también aprovechó cada pedazo sobrante para construir pupitres, escritorios y asientos para las aulas, también hizo pizarras de manera muy sencilla, pero que les sacaba de los apuros de ese momento.
Estas aulas prefabricadas le daban una oportunidad a la UNA para que pudiera albergar a los estudiantes de las diversas carreras, aunque llamados “los hatillos” tuvieron utilidad más de treinta años, y es hoy donde se levantan los edificios en la sede central.
Esta es una pincelada de la historia de Berenice, mi madre y compañera de vida, amó a la UNA y ésta le mantuvo las puertas abiertas y pudo disfrutar de actividades que realizaban y que le permitieron vivir sus cambios y su desarrollo.
Hace 50 años en los pasillos de la UNA se le sonrió a las precariedades cotidianas de la vida laboral, se aprendió a vivir cada momento con alegría, a hacer lo mejor, a dar el mayor esfuerzo, a abrir los brazos para dar apoyo y a colaborar sin que se le llamara y aún hoy la Universidad está llena de ejemplos que muestran coraje para enfrentar los retos y para asumir los desafíos y contribuir grandemente al desarrollo de la sociedad costarricense.