Cada pueblo en la actualidad tiene un camposanto, público o privado, generalmente muy cercano a él, aunque existen sus excepciones.
Pero en el origen de los mismos, su historia era muy particular y definitivamente no era igual que en el presente, pues se tenían muchísimas dificultades para poder dar sepultura a sus seres queridos.
Compartiré en este escrito, gracias a las reseñas de don Guillermo Solera Rodríguez y doña Beatriz y don Gerardo Víquez Ramírez, algunos datos históricos y narraciones relacionadas a los cementerios de Barva y San Joaquín de Flores, respectivamente. Deseo en un futuro, si así Dios me lo permite, poder hacer lo mismo con relación a los cementerios de los otros hermanos cantones heredianos.
El cementerio de Barva
De este camposanto, don Guillermo Solera Rodríguez, nos compartió estos datos en 1964:
“El Cementerio de Barba está situado a una distancia, más o menos, a 1000 varas hacia el Oeste de la iglesia parroquial. Es un terreno plano que mide de frente 80 metros y de fondo 100 metros.
Por informes de algunos vecinos, es probable que ese sitio fue destinado a Cementerio de la localidad en los comienzos del siglo pasado.
…Lamentablemente muchas tumbas y cruces con inscripciones han desaparecido por la acción del tiempo y no es posible mencionar el año que fueron sepultadas las primeras personas en ese santo lugar.
En un Tomo de Protocolos de Heredia, aparece, con fecha de setiembre 4 de 1829, pág. 433, que “Anselmo Arias, vecino de Heredia, vende a Ma. de Jesús y Mercedes Andrade un molino y casa inmediatos al Campo Santo, Barba.” Esto indica que en el año de 1829 ya existía en Barba el Campo Santo o Cementerio.
…Existió la vieja fachada del Cementerio construida en 1903, por cuenta Municipal, mediante contrato celebrado entre la Municipalidad del cantón y el señor albañil don Crisanto Mora, según acuerdo aprobado por artículo 5° de la sesión municipal celebrada el 30 de diciembre de 1902. Hicieron también propuesta para la construcción de esta fachada los señores don José Riggioni y don Alfonso Solé, vecinos de Heredia y Barba respectivamente. La Municipalidad optó por la propuesta del señor Mora porque ofrecía mayores ventajas de economía y calidad de materiales. El costo de la construcción fue por la suma de ₡3,500.00. Los muros que rodean al Cementerio fueron construidos por don Alfonso Solé, al precio de ₡5.25 el metro cuadrado, según contrato aprobado por la Municipalidad en el artículo 2° de la sesión celebrada el día 16 de agosto de 1905. El trabajo fue terminado en octubre de 1906.
La vieja fachada fue demolida en el año de 1929 y construida una nueva en su lugar, que es la actual. Fue una iniciativa de la Municipalidad de ese año, cuyo Presidente, el Prof. don Abraham Molina Ulate, Secretario don Joaquín Solera Pérez y Jefe Político don Antonio Rodríguez Arguedas, trabajaron empeñosamente en la realización de tan importante trabajo. El valor de la obra ascendió a la suma de ₡5,000.00, según contrato celebrado y aprobado por la Municipalidad en el artículo primero de la sesión N° 10, extraordinaria, efectuada el 24 de abril de 1929 con el competente albañil herediano don Bienvenido Peñaranda.
El señor Ministro de Fomento, en ese tiempo, el Lic. don Arturo Volio Jiménez, de grata memoria, obsequió a la Municipalidad 4.000 ladrillos de pedrín y con ese material se construyeron las aceras interiores que dividen el terreno en cuatro amplias parcelas. También contribuyó en la realización de este trabajo, por gestiones del entonces diputado Presbítero don Víctor Manuel Villalobos Benavides, de recordada memoria, el Ministerio de Salubridad Pública.
Durante los último años, por empeños de otras Municipalidades, se han ido arreglando debidamente las parcelas del terreno. Se logró destruir un zacate de muy mal aspecto que había invadido ese lugar y en cambio fue sembrado un césped que lo adorna y lo embellece. En el centro, donde se cruzan las aceras interiores, le levantó una cruz de cemento y se repararon los muros que rodean al campo.
…La nueva fachada fue bendecida por el recordado cura párroco de la localidad en esa época, Presbo. don Miguel Chaverri Rojas, el 2 de noviembre de 1929.
Considerándose en los últimos años sumamente pequeño el campo destinado para sepulturas, la Municipalidad del Cantón, periodo 1958 – 1962, compró al señor don Carlos Salazar Chavarría, por la suma de ₡18,000 una manzana de terreno contiguo, el que actualmente se está acondicionando para destinarlo a nuevas sepulturas.”
El cementerio de San Joaquín de Flores
De este camposanto, doña Beatriz y don Gerardo, Víquez Ramírez, en 1972 nos compartieron esta información:
“Una calle larga, sombreada de robles nos lleva al cementerio de la ciudad de Flores. Impresiona el hermoso frontispicio de piedra granítica. Se atraviesa la puerta principal y la persona se halla ante una alfombra verde que sirve de fondo a las cruces y a los mausoleos blancos, que, alineados cuidadosamente, le hacen sentir la paz de los que allí moran. Todo es silencio y orden, ejemplo fehaciente de un pueblo que cuida con esmero el Campo Santo; allí reposan los suyos.
El distrito se fue poblando. Entonces la gente pensó en un cementerio propio. La idea fue ampliamente discutida. Veintidós personas con don Juan Alfaro Campos a la cabeza, querían construirlo en el lugar donde está hoy. Otros opinaban que el cementerio podía quedarse en Heredia, como lo venían haciendo. Así se evitaban nuevos gastos, pues, al mismo tiempo se levantaba la iglesia. Era mejor que se enterraran los difuntos en ese cementerio. Quienes deseaban que fuera en San Joaquín, argumentaban el costo de llevar los muertos hasta Heredia. Lo cierto es que se entabló gran disputa entre la tradición y el cambio.
Apelaron a la Curia de Heredia y allá decidieron que ganaría el grupo que primero tuviera algún muerto.
Don Juan Alfaro contó a su esposa lo dispuesto por la Curia. “No sufras – le dijo – Dios proveerá la víctima”. Tenía ese matrimonio una niñita pequeña llamada María Felipa, doña Teresa Campos, esposa de don Juan, procedió a dar leche a la niña. Al rato, la pequeña moría. A las nueve de la noche la iban a enterrar, con música y bombos, en compañía de don Juan, ganándose así la disputa. Después todos se unieron para construir el Campo Santo. Al principio este era un lugar pequeño, desnivelado por los bajos y por los altos que tenía. Allí, sin cuidar el orden se realizaban los entierros.
En 1900 se terminó de construir la fachada, de piedra con tres grandes puertas arqueadas. El tiempo pasó. Con los días, resultó pequeño para el pueblo. Entonces, don Trinidad Rodríguez, donó un terreno que queda al lado sur de cementerio, éste nos permitió agrandarlo considerablemente.
En 1910 los arcos de las puertas de entrada se dañaron debido al terremoto. Entonces la Junta los reparó, respetando la arquitectura antigua. Se está pensando en acondicionar la capilla y la morgue, situadas a la entrada, lados norte y sur, respectivamente.
Cuenta don Julio Barrantes:
Antes de 1948, la Municipalidad estuvo a cargo de la atención del cementerio. En 1948 pasó a la Junta de Protección y me nombraron Tesorero. Desde entonces he venido atendiendo todo lo relacionado con el cementerio. Se construyó la malla y se tomaron acuerdos con el orden de los mausoleos y cruces. Hoy todos deben alinearse con base en las normas establecidas. La construcción de mausoleos se prefiere a orillas de las aceras. Se niveló el terreno, y, a cada sector, se le puso el nombre todas las Marías. El primero al lado sur de la calle central, se llama María del Rosario. La segunda hilera de cruces María del Socorro, cuatro filas de cruces. María de los Dolores se llama la tercera, tiene tres hileras de cruces. La cuarta, María de los Ángeles con cuatro filas de cruces y la quinta, María de las Mercedes, con una fila. Los sectores que están, de la acera central hacia el norte, otra Junta les puso el nombre de todos los cantones de la Provincia de Heredia: Santo Domingo, San Rafael, Santa Bárbara, San Bartolomé y San Isidro.”
Son estas pinceladas literarias las de una historia, complementada por narraciones, que refieren el sentir de los moradores en este caso de Barva y San Joaquín, de como con gran esfuerzo y muchísimo amor, hicieron sus cementerios para venerar así los restos mortales y la memoria de sus seres amados, la de sus amigos y vecinos…
Fuente: SOLERA RODRÍGUEZ (Guillermo), El Cantón de Barba. Apuntes Históricos de su Fundación y Progreso 1562 -1964, San José, Costa Rica, Imprenta Nacional, 1964 y VÍQUEZ RAMÍREZ (Beatriz) y VÍQUEZ RAMÍREZ (Gerardo), Cantón de Flores. Solares, San José, Costa Rica, Editorial Don Quijote, 1972. Colección personal.
Ilustración: Fachadas de los cementerios de San Joaquín de Flores y Barva. Fuente: la de los libros indicados en este artículo.