El domingo 14 de marzo de 1926, hace 95 años, la alegría de un viaje en tren para visitar a “La Negrita” en Cartago, terminó en la peor tragedia ferroviaria del país.
Los viajeros salieron de Alajuela a las 7:30 de la mañana para participar en el turno organizado por el sacerdote Claudio Volio para recaudar fondos para el Hogar de la Vejez de Cartago, en la estación de San Joaquín de Flores abordaron más pasajeros y en la de Heredia se cargaron dos vagones más.
Eran las 8:17 de la mañana de aquel domingo, cuando el tren con seis vagones sufrió el accidente. La máquina y los primeros tres vagones ingresaron al puente, y –según las versiones publicadas en los medios de la época- el maquinista aceleró para subir la cuesta que los esperaba al salir del puente. En ese momento impactó uno de los vagones contra la estructura del puente y arrastró con él otros dos hacia el vacío.
Uno de los vagones quedó en lo que eran pastizales al lado de la vía antes del puente, los otros dos cayeron al río. Mientras la locomotora y los primeros vagones continuaron su camino en busca de ayuda.
Las condiciones de la época y la topografía del lugar dificultaron el rescate. Había cuerpos sobre los árboles, otros colgando en lo que quedaba de los vagones, y otros en el río.
Las aguas del Virilla se tiñeron de sangre, al menos 298 personas perdieron la vida, y más de 90 resultaron heridos, según la información del SINABI, que indica que en el convoy viajaban 388 personas ese trágico día.
Las investigaciones de las autoridades de entonces, tampoco señalaron responsables de la tragedia, se enumeran diferentes factores, como el exceso de velocidad, mal estado de la vía, malas condiciones de la locomotora y sobre cargo de pasajeros.
Familias completas fallecieron, otros sufrieron amputaciones o lesiones de tal grado que les impidieron volver a caminar.
El viaje especial se dirigía a la Basílica de Los Ángeles, en Cartago, salió de Alajuela, cargado de fe, ilusión y esperanza, pero también sobrecargado de pasajeros, ya que hubo una sobre venta de tiquetes, según lo narra el escritor Felipe Ovares en el libro Tragedia del Virilla 1926, de la Editorial UNED.