
Con mucho esfuerzo y el respaldo de la comunidad, se completaron los trabajos de restauración de su majestuoso templo, cuya construcción data de 1895, una verdadera joya arquitectónica.
La restauración inició en el año 2010, incluyó la eliminación del repello interno, colocación de nuevos sócalos, nuevo repello con maya electrosoldada, colocación de una chapeta especial en las paredes, nuevos marcos de vitrales y puertas, instalación eléctrica, reforzamiento de la torre principal, mejoramiento de las columnas y pintura externa, nuevas cruces de mármol y una base de mármol bajo la mesa del altar mayor, entre otros detalles que se completaron a finales del año pasado.

Con el remozamiento del templo, llegó también la nueva dedicación de la iglesia, por parte del arzobispo de San José, monseñor José Rafael Quirós, la cual se realizó un día antes de la fiesta de Cristo Rey en el 2018, cuando se recuerda la instauración del altar mayor isidreño.
“La dedicación es un acto litúrgico solemne, en donde el obispo ofrece a Dios un templo para su culto, es una especie de consagración”, comenta el Pbro. Allen Calvo, cura párroco de la comunidad.
Una dedicación puede ser para un templo nuevo o puede darse cuando hay remodelaciones grandes en el templo y hay modificación del altar, como ocurre en San Isidro. Y al día siguiente se realiza la solemnidad de Cristo Rey, que en San Isidro tiene 88 años de ser una tradición de fe arraigada en lo más profundo, por ello la comunidad decora las calles con flores, aserrín y ciprés para la procesión.
Esta tradición nace en San Isidro porque el Altar mayor se dedicó a Cristo Rey, porque llegó al país para esa festividad.
Según la historia en 1927, el presbítero Ricardo Acuña, inició las gestiones para importar desde Italia un precioso Altar Mayor, elaborado con el mejor mármol de la cantera de Carrara y con un marcado estilo neogótico, con la intención de que rimara con los elementos del mismo estilo del templo.
El Altar tuvo un costo de 25 mil colones y encargado al señor Ángel Mazzei a la Casa Luissi Pietra Santa de Italia, y llegó en 1928 por barco hasta Puerto Limón, empacado en una serie de bultos que fueron transportados en carretas hasta la terminal del ferrocarril al Atlántico en San José y de ahí hasta San Isidro.

