
Doña Emilia Jiménez recibió a los heredianos con una cálida sonrisa y palabras de aliento en la Oficina de la Parroquia Inmaculada Concepción de Heredia. Mujer amable, sencilla y llena de fe, nacida en Fátima, quien llegó a desempeñarse como secretaria luego de haberse retirado para cuidar a sus hijos Luis Guillermo y María Daniela mientras estaban pequeños.
Este mes de mayo, se acogió a su jubilación, la cual esperaba con muchos planes, pero ninguno implicaba alejarse de la Iglesia que tanto ama, al contrario, espera incorporarse a alguno de los grupos que trabajan por los más necesitados.

“Soy secretaria titulada, trabajé 12 años en el Hotel Irazú, entré en ese entonces como secretaria de la oficina de Personal, hice algunos cursos de recursos humanos y en los últimos 5 años fui la jefa de personal. Cuando mi hijo mayor iba a entrar al kínder dejé de trabajar, para hacerme cargo de llevarlo y traerlo de la escuela y me convertí en una mamá muy feliz, porque los chiquillos fueron muy buenos estudiantes y ahora son trabajadores muy comprometidos, me siento muy feliz que esos años dieron un fruto muy lindo”, recordó doña Emilia, a quien la Parroquia le tocó la puerta, cuando ya su hijo menor estaba en quinto año.

¿Cómo llega a laborar a la Parroquia?
Tengo una amiga que es como mi hermana y me dijo hace 24 años, que si no me gustaría trabajar de secretaria y yo me volví con estas palabras: como si ni siquiera conozco una computadora, cuando yo dejé de trabajar en el año 86 en el Irazú la única que tenía computadora era la secretaria de gerencia, las demás teníamos máquina de escribir de bolita que era lo último, las IBM. Entonces me dice, eso no es importante, creo que vos servís. La sorpresa fue cuando me dijo: dice el padre que vaya, y yo dije que es esto, ¡si lo más cercano que he estado a un padre ha sido la banca de la iglesia! yo era un feligrés más, pero como pertenecer a grupos apostólicos nunca, entonces, esa fue la química que hizo la iglesia conmigo y yo con ella.
¿Y cómo hizo sin saber usar la computadora?
Yo no venía a ser la secretaria de la Oficina Parroquial, sino a poner al día una serie de información que se debía enviar al archivo diocesano y que estaba atrasado. Vine a entrevista un 1 de mayo, el padre me dictó algunas frases para ver cómo escribía porque en ese entonces el asunto era manual, y le gustó mi letra y me dijo que, si podía al día siguiente, pero tenía que ponerme en orden con asuntos de la casa, y empecé el 8 de mayo siguiente.
Me vine a poner al día las cosas, y la secretaria era una mamá que iba a tener un bebé y al pasar de los meses el padre me dijo que si le ayudaba con la oficina el mes que Kattia iba a estar fuera. Resulta que la compañera no tenía quien le cuidara el bebé y el padre me pidió que me quedara, yo estaba muy contenta con mi trabajo y me quedé hasta el día de hoy.
¿Cuántos párrocos ha tenido como jefe?
En estos 24 años ha habido 5 párrocos, Jorge Calvo, Germán Rodríguez, Melvin Fernández, Fernando Vílchez y Luis Enrique Guillén, un sinnúmero de vicarios parroquiales y todavía más seminaristas que no llevo la cuenta. Ha sido una relación muy linda la que llevo con ellos, todavía llaman los vicarios parroquiales y me dicen: “vieja todavía estás ahí”.
¿Cuál es la sensación al decir adiós?
Hay un montón de sentimientos encontrados: la alegría de la jubilación que como lo dice la palabra es un momento de júbilo de alegría, de dar gracias a Dios por estos años de labor, por este lugar tan lindo donde estoy trabajando, por la salud que tengo, porque puedo seguir disfrutando muchas cosas, porque mi esposo está pensionado y tenemos la ilusión de comenzar a hacer cosas juntos, pero también la tristeza de dejar este lugar donde he querido tanto a la gente y la gente me ha querido tanto a mí. Las manifestaciones de cariño siempre han estado, en este tiempo he pasado momentos muy difíciles como la muerte de mis papás y he sentido el cariño y el apoyo de la gente, y los que me conocen bien y saben los problemas de salud de mi esposo y el apoyo de la gente ha sido siempre incondicional, esa es la parte que a uno le duele. Pero estoy muy contenta e ilusionada.
¿Cuál ha sido el mejor momento de su trabajo?
Han sido muchos momentos muy bonitos, muy llenos de alegría, hay momentos en que uno de verdad que le da gracias a Dios, pero sería injusta y no podría decir cuáles han sido, porque con todos los párrocos he vivido momentos muy lindos, y muchos momentos muy especiales
¿Y el más difícil, que quisiera salir corriendo?
Bueno, que por alguna situación hubiera querido tirar la toalla no, nunca. Ha habido momentos difíciles por situaciones de salud, de sentimiento, que uno se pregunta ¿será mejor que esté en casa? Pero me gusta tanto lo que hago que Dios me ayudó a estar un rato allá y otro aquí. Como con el accidente de Danny (su esposo), yo le expuse al padre Melvin Fernández que era el párroco, lo que se venía con traerme a mi esposo a la casa, él me dijo no se preocupe, venga mediodía. Como la situación era ayudarle a que aprendiera a caminar sin la pierna que había perdido, me acomodé a las tardes, lo dejaba almorzado y me venía a trabajar, hasta que él aprendió a manejarse con prótesis y las cosas que tiene y ya se independizó y yo ligerito volví a tomar el horario completo.
En su puesto las personas vienen con el corazón apretujado y le cuentan lo que les atormenta ¿Cómo hace para ayudarles en silencio?
Esa es una realidad y por eso siento que la gente me ha querido mucho, la gente viene tan desesperada por lo que trae dentro, situaciones económicas, de salud, de familia, que lo primero que hacen es hablar, y a mí Dios me ha dado ese don de escuchar, no me animo de aconsejar, porque no, yo les dijo ahí está la capilla del Santísimo, está Jesús en el Sagrario, no le diga nada, Él sabe lo que usted siente, haga un ratito ahí y verá que se va a sentir mejor, porque el Padre puede atenderla hasta tal día… Y esos han sido momentos que han caracterizado la oficina, por acompañar a la gente en lo que trae. Y otro asunto con el público es que siempre quiere las cosas para ayer, y hasta donde se puede, con la gran ayuda de Fabio sacamos las cosas ya, o le decimos mañana en la mañana, porque hay que darle trámite a todo.
¿Cuáles son sus planes ahora que se jubila?
Son tantas cosas las que uno quiere hacer que hay que ordenarse: me encanta leer y fui muy adicta hasta del periódico, tengo unos libros haciendo fila, y solo veo, que lindo estar sentada leyendo aquel libro. Quiero tomar la rutina de caminar en las mañanas ayudarle a mi esposo en ese sentido, porque por la pandemia no hemos caminado mucho, y tengo un grupo de amigas desde hace muchísimos años, que son estas mujeres que bordan, hacen quilting, repostería, no para vender sino por satisfacción personal para chinear a la familia, voy por esa área, a lo mejor ahora sí voy a aprender. También he pensado porque las damas Vicentinas el día que me despedí de ellas y las de la Oficina de la Caridad me dicen que tome en cuenta los grupos para algún día ser parte de ellos porque me gusta mucho la parte social, de ofrecerle la mano al que menos tiene, y sobre todo en estos momentos que hay tanta gente que necesita de todo, porque no es solo la comida, sino oírlos, brindar un poco de apoyo, eso lo tengo entre los planes que pueda poner a caminar.
¿Se logró entender con la computadora?
El padre Jorge Calvo cuando le dije que no conocía las computadoras me dijo: que en la esquina había un lugar donde enseñaban a la gente que es un poquillo grande a manejar la computadora, anda y te averiguas a qué hora podés ir. Fui y la muchacha que daba esa capacitación muy noble, muy linda, el grupito era como de 4 o 5 gente grande entre hombres y mujeres y lo logré, aunque Fabio, mi compañero, a veces me dice que no aprendí del todo, pero que va, ya he estrenado varias computadoras, había que ponerse al hilo.